Reinvención vs adaptación

Ser feliz con nuestro arte no siempre es sencillo. A veces hasta lo sentimos una carga, porque no llegamos a nuestros objetivos, no logramos avanzar como quisiéramos, porque el entorno en el que estamos inmersos no nos agrada, o como en estos momentos de pandemia, no podemos seguir llevando adelante nuestro trabajo como lo hacemos en épocas normales.  

Pero ¿Qué nos hace artistas? Nuestra fuerza creativa pulsante y nuestra necesidad de libertad expresiva quizás sean las respuestas más acertadas, desde mi punto de vista. Pero, ¿Qué pasa cuando no generamos esa fuerza o no sentimos esa libertad?

Hoy en día está muy de moda el término “reinventarse”. Ya nomás el término es contradictorio, los seres no nos inventamos dos veces, simplemente “somos” y una vez que nos reconocemos, simplemente deseamos con todo nuestro corazón ser capaces de vernos reflejados en nuestros actos todos los días, en nuestro caso, expresando nuestro arte. Desde el momento en el que nos reconocemos artistas, es imposible no serlo, porque la necesidad del tránsito artístico es semejante a una pulsión, podemos reprimirla, pero siempre necesitaremos expresarla y quedará evidenciado tarde o temprano.

Nadie se reinventa, y quizás muchos me salten a la yugular por esto, pero la gente NO se reinventa, esta romántica forma de ver el tener que hacer otra cosa porque no se puede hacer lo que nos representa es nefasta, desvaloriza lo que hacemos y no nos permite gestionar las emociones correctamente.

Cuando nos adaptamos a una situación como la actual en la que no podemos producir o realizar funciones, dar clases, etc, nos adaptamos a nuevas modalidades o incluso, en muchísimos casos, nos adaptamos a tener que trabajar de otra cosa, pero ese es el punto, lo que hacemos es adaptación, nunca reinvención, no borramos nuestra mente o volvemos a nacer, podremos poner con toda dignidad un negocio de algo, pero jamás vamos a dejar de ser artistas.

Estas situaciones extremas, tienden a poner en el vocabulario común palabras que suenan más empáticas, pero que son peligrosamente incorrectas. El reconocer que estamos inhabilitados nos genera frustración, tristeza, bronca, ira. Sin embargo, el poner un término como “reinvención” hasta parece “súperhiperpositivo” (leáse así todo junto y con una extensa sonrisa). De alguna forma es como decirnos “está todo bien, ahora soy camarero en vez de guitarrista, ¡bravo me reinventé!” y así entramos a una ilusión de “esta todo ok”, generando emociones enmascaradas, que lejos están de ser las auténticas.

Cuando subes mucho y caes, el golpe es mucho mayor, entonces, es preferible tener plena consciencia y entender el entorno para potenciarnos, generar nuevas propuestas, arriesgar, crear otras formas de comunicarnos, y si, adaptarnos, pero jamás engañarnos. En ese maremoto de emociones que suelen considerarse negativas como la tristeza o la ira, puede surgir un espíritu creador mucho más fuerte, sin embargo, dentro de la ilusión de la “reinvención” no nos esforzamos a nada, porque aparentemente estamos en estado de felicidad, cuando en realidad estamos en estado de negación.

Los seres humanos somos esencia. Una vez que el hombre se reconoce a sí mismo y encontró su propósito, jamás querrá abandonarlo.

El tránsito por las emociones es sano, quizás nuestro estado de ánimo no sea el óptimo, pero será el real, el que podamos tener, según gestionemos mejor o peor nuestras emociones, el día a día y según podamos trabajar con mas efectividad en la realidad ideal que buscamos.

El poder de las palabras es mucho más grande de lo que se cree, cuidemos cada palabra que sale de nuestra boca o que se representa en nuestra mente, y también cuidemos las que escuchamos. No podemos prohibir a otro expresarse, pero si podemos y debemos tener el control sobre lo que decidimos validar o no.