La importancia de dar el primer paso en un proceso de transformación personal

La importancia de dar el primer paso

 

En esta mañana de verano, mientras tomaba un café, me encontraba pensando en la pregunta que Celina me había realizado la noche anterior: ¿Quién eres hoy en día? Esta pregunta hizo que haga una pausa, me quede en silencio y apareció una especie de película por mi mente, de todo lo que me había sucedido: Soy una mujer que aprendió abrazar sus heridas y sobre todo comprender su propia historia familiar.

 

El proceso fue un camino largo y doloroso lo que me permitió, lentamente, caminar en libertad con una gran conmoción hacia mi vida. Lo que me enseño a valorar mi vida a través del amor y la gratitud.

 

Y así llevar mi mensaje a ti querido lector y a cada una de las personas que se sientan identificada con parte de mi historia. Y sobre todo a trasformar vidas, desde el entendimiento, la compresión y el amor que me enseño mi propio proceso a través del mentoring.

 

 Además, por mi parte, el continuo aprendizaje sobre lo que me llevo a descubrir la fascinación hacia mi parte profesional como: Mentora de desarrollo humano.

 

En ese momento, tenía más de un año de haber regresado a vivir a Perú.

Comencé a estudiar con la intención de poder entender, que me estaba pasando.

O por lo menos comenzar a husmear por qué me estaban pasando las cosas que me pasaban.

Estaba estudiando, en ese momento, Programación Neurolingüística.

Lo que me llevo a darme cuenta, que esa información que necesitaba no era suficiente para entenderme.

Y no porque La Programación Neurolingüística no sea efectiva. Si no porque lo que yo buscaba, no se encontraba en esos momentos ahí.

 

Venía ya haces unos años en la época del 2004 que me dedicaba a la sanación energética, había estudiado y leído todo lo que me llevaría a descubrir el mundo holístico que había aprendido entre Perú y Chile.

 

Años más tarde llegue a Brasil, en donde mis estudios holísticos dieron un gran giro.

 Ya no solamente, se trataba de la sanación energética, era la sanación con los cuarzos, así como el de graduarme como facilitadora en constelaciones familiares.

 

Y sobre todo la gran conexión con uno de mis dones, que hasta ese momento no lo había descubierto, pero que de alguna manera sabia que lo tenía.

 

Lo que me llevo a poder aceptar que soy una médium sensitiva. La verdad que no lo entendía, pero descubrí que tenía mucha facilidad de poder leer a las personas, escuchar lo que otros no podían escuchar y sobre todo sentir lo que otros no podían expresar. En otra oportunidad podre contar sobre esa parte de mi historia.

 

Ahora lo importante, es el porqué de este artículo, tenía aparentemente mucha teoría si se pudiera decir, tenía muchas fórmulas de conocimiento. Pero que, hasta ese momento, no me estaban ayudando suficientemente en comprender lo que me estaba pasando.

 

En esos momentos venía de una fuertísima crisis emocional, estaba desorientada, sin rumbo con unos miedos que me llevaban a pelearme con mi entorno, pero principalmente a estar en guerra conmigo misma.

 

 Una guerra, en donde me había agredido a mi misma, me había hundido uno y otra vez, había pisado a mi humanidad. Es así como puedo describir ese momento.

 

Es decir, a lo que puedo llamar: Una guerra cruel y sin ningún segundo de paz.

Una guerra silenciosa que te acaba cada segundo de tu propio respiro, es decir una guerra conmigo.

Una guerra emocional con la única persona que estaba odiando. ¡A mí misma!

 

Ya no tenía la fuerza emocional, de ni siquiera poder levantar una bandera blanca.

En ese momento, no me daba cuenta de que mis estudios servían, nuevamente para entender formulas y no para entenderme.

 

Lo que me llevo a una guerra sin tregua, de reprocharme cada día, todo lo malo que había hecho hasta ese momento.

 Si, se suponía que yo no podía estar así, porque ayudaba a las personas a sanar.

 

Además, escuchaba constantemente: “claro, habla y habla, pero no lo practica en ella”. Esta sola frase me hizo hundirme más en esa guerra fría y sin tregua alguna.

El desespero, la crueldad, la desilusión, el desamor, la soledad y el sentirme excluida era lo que estaba viviendo.

 

Incluso en el peor momento de mi vida, que fue cuando alguien me dijo: Te separaste, que pena felizmente, no tuviste hijos.

Eso fue lo más cruel que puede haber escuchado en ese momento.

 

Porque ahora, puedo entender que sí, bien no tuve hijos, el proceso de una separación es igualmente doloroso, tan doloroso, porque somos seres humanos independientemente de si decidimos tener hijos o no.

 

En el medio de la nada y entre una batalla a punto de perder, perdida conmigo misma. Me encontraba llevando un curso, que para esa época ya era virtual (debido a la pandemia).

Conocí a un mentor que hasta ese momento lo veía como un señor amable, que detrás de esa amabilidad, era una persona imponente, en el sentido que me trasmitía esa fuerza y ese coraje del cual yo carecía en ese momento.

 

Era como si el gran universo me hubiese, al fin escuchado.

Y no, para pedirle un novio o un marido, ya que entre tanta teoría y fórmulas que había aprendido.

Solía conversar como imagino, tal vez te debe haber pasado a ti con Dios, el cosmos o el gran universo, al que yo constantemente, suelo conversar y que en su momento le pedí, que me ayudara a entender por qué estaba en esa situación.

Que me dé señales o me dé una luz de algo. Ya que ¡yo sola no podía salir!

 

Y el mentor de esa sonrisa amable, pero con una fuerte presencia, me enseño a descubrirme, a saber ¿Quién era? A no ser víctima de mi misma,

de no sabotearme y mucho menos, seguir maltratándome como hasta en ese momento lo hacía yo.

 

Y fue así como comprendí que uno mismo, puede ayudarse hasta cierto punto, ya que pude ver que uno, no puede mirar su propia espalda. Es así, como inicie mi propio proceso de trasformación a través del mentoring.

 

En donde comprendí, que en primer lugar debemos tener la humildad de reconocer, que no estamos bien y que solos, no somos capaces de salir adelante.

 

Solamente de esta manera para mí. Fue el inicio de todo un camino de trasformación y desde mi humildad y la compasión hacia mi vida, pude dar el primer paso.

 

Hoy puedo decirte que comprendí, que, sin ese primer paso desde la humildad, de que somos seres humanos y que somos imperfectos, mucho más allá de proclamarnos autosuficientes.

 

Existe una persona que, por dentro, calla por miedo, que tiene una guerra sin tregua, las preocupaciones no la dejan dormir, sobre todo es tan humano como cualquier otro ser humano.

 

Dar el primer paso, me llevo a entender para luego comprender y así, poder dar los siguientes pasos. La única diferencia, es que sin el primero no vendrán los otros pasos.

 

¡El primer paso lo es todo!, por eso es necesario la humildad interna, de atreverte a mirar, por primera vez, tu vida.

 

 

Es un proceso dolorosamente necesario, ¡se necesita valor! y vaya que mucho, se necesita paciencia.  Porque en mi caso, lo que no pude entender, digamos a mis 15 años y que por lógica no existe una varita que te resuelva todo en unos meses.

 

Es necesario la paciencia, la humildad, el amor para emprender ese primer paso,

que te llevara como lo hizo conmigo, a descubrir tu identidad, tu valía, tu merecimiento y sobre todo a retomar la dirección de tu propósito de vida.

 

Hoy, puedo atreverme hablar sobre mi experiencia o por lo menos una parte de ella en este articulo, porque para mí, dar ese primer paso fue el proceso de una trasformación maravillosa.

Y esto no quiere decir, que no haya días malos o que no tenga problemas, al contario hoy puedo observarlos, desde mi aprendizaje y experiencia para darles una nueva mirada y preguntarme, que debo aprender de esta experiencia que hoy no consigo entender. En vez de continuar, con esa guerra sin tregua conmigo misma.

 

Y se lo debo, a ese primer paso, seguido de aprender a pedir ayuda, que fue lo más difícil de reconocer. Esas fueron mis dos estrategias que me llevaron a ser, el ser humano que sigue trabajando en su ser, sin fórmulas o teorías, sí no buceando en mi interior, como lo hice y lo continuo en la actualidad con el mentoring.

 

Porque soy tan humana como cada uno de mis clientes que confían en mi trabajo como mentora de desarrollo Humano.

Y no se trata de que cambias, ya que la identidad de cada uno no cambia, pero lo que he aprendido es que cambia, la manera en como te relacionas con el otro, pero sobre todo contigo misma.