Diferencias entre las generaciones del Progreso y del Desencuentro
En Mentoring Empresario denominamos “Generación del Progreso”, a los nacidos entre los años 1940 y 1960.
Oportunamente, describimos los usos y costumbres, las creencias y el paradigma de la generación que vivió todos los progresos acaecidos desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.
Es la generación que asistió, al comienzo con asombro, a una cantidad de innovaciones tecnológicas y sociológicas de tal magnitud (postguerra, guerra fría, Vietnam, Woodstock, Mayo del 68, la llegada del hombre a la luna, la televisión a color, la telefonía móvil), que hoy ya nada o casi nada les sorprende.
Ya no genera el mismo asombro, un modelo de teléfono celular más pequeño ó más complejo, ni una guerra en cualquier lugar del mundo, ni cambios sociales reivindicadores.
Hoy es todo más de lo mismo.
Pues llegaron a la conclusión de que todo cambia para que nada cambie.
Esta generación alumbró, a su vez, a una nueva generación que no sólo porta características distintas, casi opuestas, contradictorias a la generación del Progreso, sino que además sufre de manera particular las consecuencias del mundo creado por sus predecesores.
La generación del Progreso, al considerarse inmortal y omnipresente, no deja espacio a otros.
A esta idea de omnipresencia contribuye el índice de longevidad, jamás antes alcanzado en la historia de la humanidad gracias al desarrollo de la medicina.
Esta generación ocupa hasta los últimos rincones: sociales, empresariales, de creencias y valores que esta misma generación creo para sí y los mantiene a ultranza.
Un ejemplo claro de esto, lo observamos, en las empresas familiares, donde la generación del progreso sigue ocupando espacios de poder, a los cuáles la generación del desencuentro, generación nacida entre los inicios de los sesenta y los ochenta, se ve impedida de poder acceder.
Esta última generación es aquella que no acaba de encontrar - se. Es la generación de la búsqueda constante, de la búsqueda de un lugar legítimo en el mundo, al cual poder acceder y anclarse.
Son los denominados “niños de la llave”, hijos de padres separados que van de la casa de uno de sus progenitores a la del otro.
A ello se suma, el que no en pocos casos, cada padre vuelve a hacer una nueva familia, por lo que se sienten des-integrados de las respectivas familias constituidas posteriormente.
Para abrirse paso en este contexto creado por la generación del Progreso, la generación del Desencuentro ha desarrollado determinadas características y modus vivendi y operandi.
Aceptan la diversidad, son pragmáticos, sin embargo conservan un pensamiento mágico, que utilizan como un mecanismo de defensa. Son los llamados, adultos con “síndrome Peter Pan”.
Desconfían de las instituciones porque para ellos han perdido credibilidad. El matrimonio que ya no dura “hasta que la muerte nos separe”. Los sistemas financieros mundiales que parecían incólumes terminan cayendo.
Los ejércitos, supuestos guardianes de los valores morales de un pueblo, son utilizados para apoderarse de recursos como el petróleo ó bien son los artífices de las dictaduras.
La iglesia, supuesta institución espiritual, se convierte en un inmenso burdel no solo en maniobras ilícitas como la del banco Ambrosiano sino que además genera la escoria de los curas que abusan de niños indefensos.
La Escuela que llena de conocimientos inútiles, en vez de dotar de elementos contundentes para la integración en el mundo de esta generación tan castigada.
Esto hace que el lugar de trabajo sea para la Generación del Desencuentro un espacio de aprendizaje que suple al sistema educativo.
Estamos ante una generación para la que la institución matrimonial clásica carece de sentido y razón de ser.
Para esta generación el ahorro no es un valor, la vida se vive aquí y ahora, de ahí que sean fácil presa de las llamadas “burbujas económicas”.
Un alto número vivió crisis mundiales donde sus padres perdieron trabajos y empresas. Por ello adquieren compromisos con su trabajo más allá de lo necesario.
La “adicción al trabajo” y el “burn out” son males comunes a esta Generación del Desencuentro.
También el desarrollo de nuevas enfermedades derivadas de la autoexigencia cuyo motor es el miedo a caer fuera de la sociedad.
De esto se desprende que permanentemente estén a la búsqueda de aprender nuevas habilidades, generar nuevos emprendimientos, encontrar nuevas maneras de generar valor para encontrar sustento para ellos y sus familias.
En otras palabras es una búsqueda que no tiene fin en su derrotero por encontrar inclusión en el mundo.
El trabajo del Mentor respecto de la Generación del Desencuentro, tiene que ver con ayudar a su cliente en la manera de integrarse dentro de un mundo hostil y expulsivo.
Estamos ante una generación multifascética.
Suelen tener más de una carrera, han pasado por diferentes oficios o cantidad de empresas, saben varios idiomas, conocen formas creativas y artísticas de expresión y tecnología.
Sin embargo, desconocen su potencial y como integrar estos múltiples saberes.
De ahí que el Mentor interviene con su cliente, primero haciéndolo consciente de estos múltiples saberes, y luego ayudándolo a integrarlos de una manera funcional y orgánica, respetando su individualidad y trabajando con él en la búsqueda de su verdadera vocación, en su encuentro con su “identidad soñada”.