Necesitamos seres humanos con carácter

“Nadie está muerto ni vencido mientras luche”, afirmaba Kart Von Clawsewitz, el gran general y teórico prusiano en su libro “De la Guerra”, un verdadero clásico de la literatura castrense, bajo cuya orientación militar son formados un gran número de oficiales de la república.

Muchos de estos postulados fundamentales, al lado de los contenidos en la maravillosa obra “El Arte de la Guerra” del estratega chino Sun Tzu, son los que se transmiten diariamente y por diferentes medios a las tropas, en desarrollo del fortalecimiento de la moral y con el fin de elevar su capacidad de combate en los diferentes teatros de operaciones que se viven, dinamizando así sus entrenamientos, maniobras, tácticas y estrategias.

Este preámbulo para referirme no solamente a los recios hombres que llevan con honor y orgullo en sus manos las armas del Estado, sino a todos aquellos luchadores audaces y decididos, hombre y mujeres, que saben enfrentar con la frente siempre en alto los desafíos que les depara la vida y tienen auténtico carácter para hacerlo.

Hoy cuando nuestro país se debate en medio del degradamiento del conflicto armado, existe una gran deficiencia de hombres y mujeres con carácter y valor para afrontar las diferentes circunstancias que los reta diariamente. Hay carencia de compatriotas que no se dejen doblegar por la adversidad y que no se asemejen a veletas, sin sentar posiciones serias, claras y firmes y que no sean manejados por las circunstancias a libre albedrío. Hoy pululan por doquier seres variables, endebles que se dejan influenciar y manipular por las circunstancias o por otros congéneres y cambian de parecer y opinión tan fácilmente como mudarse de ropa o cambiar de loción. Estos seres son inestables, débiles ante la vida y carecen de personalidad.

Al contrario, se necesitan hombres y mujeres denodados que defiendan ideales, principios y valores, que no los negocien como en el pasaje bíblico por un plato de lentejas. Que como decían nuestros abuelos “sean de un solo fondo” y manejen las diferentes situaciones de la vida con carácter firme, férreo, que se crezcan ante el infortunio y, a su vez, den verdadero ejemplo de lealtad, seguridad y honestidad a sus semejantes. No se debe olvidar que en el mundo existen dos clases de hombre y mujeres, los que tienen carácter, los incansables y valerosos, y los pusilánimes y temerarios, a quienes les falta criterio y dignidad.

Afirma el destacado profesor universitario e investigador, Stephen R. Covey, que el carácter da la energía y el conocimiento suficientes para buscar las oportunidades y el valor para enfrentar los desafíos. Agrega, igualmente que, “Nuestro carácter es básicamente el conjunto de nuestros hábitos”. Como esto son patrones consistentes, muchas veces inconscientes, son una expresión de nuestro carácter y nos conducen a ser eficaces o no y a adquirir madurez y experiencia.

Es claro que somos libres de escoger nuestras acciones, pero éstas deben estar respaldadas por la integridad moral, la cual nos lleva al éxito o al fracaso y nos hace responsable ante nuestro propio proyecto de vida. No obstante, dad al volatilidad del ser humano tenemos un lado bueno y otro no mucho y dependiendo de las circunstancias enfrentadas actuamos de una u otra manera. Es la versatilidad de la personalidad. Sin embargo, con el carácter sucede lo mismo que con la publicidad del wiskey Chevas Regal, “se tiene o no se tiene”, no hay términos medios y no tiene porqué haberlos.

Amigo(a) lector(a): se ha puesto a pensar ¿si tiene un carácter sobrio, firme, atemperado o por el contrario, es blando como la masa para hacer pan, a la cual cualquier persona puede manosear y moldear a su acomodo y parecer?