Cuando el silencio no es salud
Desde hace años, entre la mayoría de personas que me consultan como Mentor, se me presentan casos de personas que se ven atrapadas en una serie de situaciones que se repiten una y otra vez terminando por dañarlos.
Ya sea en el área comercial; en su relación con clientes, proveedores o colaboradores; en las profesiones liberales; o aquellos que quieren estudiar y comienzan permanentemente nuevas carreras sin perdurar en ninguna.
Desde cierto razonamiento lógico, propio del sentido común, no habría razones para estos reiterados fracasos. Sin embargo, hay otra lógica detrás que opera de manera invisible, y que sin ayuda especializada es muy difícil detectarla y, más aún desarticularla.
En realidad, somos menos libres de lo que creemos. Portamos secretos y lealtades invisibles hacia nuestros ancestros, y vivimos pagando deudas del pasado. De este modo, continuamos involuntariamente, todo un sistema de premios, venganzas, odios y castigos que nos empujan a repetir, queramos o no, lo sepamos o no, situaciones vergonzantes o acontecimientos dolorosos o de quiebres.
Para descubrir junto al cliente, estas fuerzas invisibles, nunca dichas, no expresadas, el mentor se vale de un Genograma, que es un mapa de los ancestros del entrevistado. En un período de tiempo, se van dibujando los personajes que nos dieron vida y nos transmitieron esta serie de mandatos, creencias, éxitos, fracasos, rencores, justamente los que operan como factores paralizantes en la actualidad.
Se va corriendo un halo de misterio y las cosas comienzan a tomar sentido. De esta manera, vamos descubriendo mitos familiares, historias que no son reales, secretos que fueron enterrados porque quienes se mantuvieron en silencio pensaron tal vez que al no develarlos lastimarían menos.
¡Qué error! Cuántas amarguras podían haber sido evitadas al resolver los conflictos a tiempo. Cuanto esfuerzo inútil, ofensivo y desgastante para las siguientes generaciones. Familias enteras escindidas en la segunda y tercera generación a causa de, por ejemplo, un mal resuelto reparto de una herencia, un problema de infidelidad o por muertes tempranas.
Veamos cómo opera el Genograma en un caso tangible:
Julián era un empresario en el ramo de la cartelería, con una experiencia de años, tanto en la parte de estructura como en la gráfica. Sin embargo, por más que contaba con empleados idóneos, cartel que instalaba, cartel que tenía alguna falla.
Una vez de vuelta en el taller, recibía reproches del cliente, debía enfrentar la pérdida de material, tiempo y se veía obligado a hacer descuentos considerables por el incumplimiento ante la negociación previa.
Pasó por numerosos cursos de planificación, control de calidad, liderazgo y, sin embargo, no podía resolver el conflicto de entregar su mercadería correctamente en tiempo y forma, para gozar de su merecida ganancia. Comenzaba a tomar alcohol por la desesperanza y la impotencia de no saber como salir de estas trampas en las que volvía a caer, prometiéndose que "la próxima vez no perdería".
Gracias al Genograma, Julián pudo reconstruir en su memoria la historia de un abuelo al cual no conoció, y pudo reordenar una gran cantidad de conocimientos acerca de esta persona, de la que ni siquiera tenía noción de sus rasgos, salvo por viejas fotografías, y de quien en principio, tampoco sabía nada al respecto de su profesión.
La familia guardaba un grave secreto, de este abuelo militar, que había estafado a sus hermanos con la herencia de los campos de su padre y, por supuesto, luego con un extremo sentimiento de culpa había perdido todo, bajo el agravante de un alcoholismo que terminó con su vida.
Ahora bien, el mito familiar decía que esta persona era un héroe. Julián creció con una mentira a cuestas, con una historia oculta vergonzante que dirigía sus actos, donde se sentía culpable de algo que no sabia que era, pero que lo llevaba a perder compulsivamente, repitiendo la historia del derroche de los campos mal habidos por parte de su abuelo. Y hasta ya estaba frente a las puertas del alcoholismo.
Nuestro protagonista pudo destrabar estas situaciones de repetición comprendiendo realmente lo que pasaba. Una vez que esta fuerza se hizo visible para la conciencia, entendió como ella manejaba su vida, a lo que lo obligaba y sólo así pudo reencausar esta lealtad y comenzar a vivir su propio destino, no el de sus padres y abuelos.
Quien o quienes guardaron estos secretos, seguramente pensaban que le estaban haciendo un bien, creían que de este modo no lo lastimarían ni lo avergonzarían. Esto pudo darse consciente o inconscientemente; quizás no hubo un arreglo explícito para guardar un secreto determinado, sino que existió un consenso tácito de que de ciertos temas no se debía hablar. De un modo u otro, la familia tuvo la información inicial y decidió callar y luego se presenta toda una generación subsiguiente que siente la molestia presente sin saber de dónde proviene ni cuál es su origen.
Pero otras veces existen tabúes de los cuales los hijos también son partícipes, aunque comprenden que no los pueden solucionar, y por lo tanto, no se atreven a sacarlos a la luz por miedo a producir dolor en sus seres queridos. La decisión de evitar estos lugares ciegos o situaciones vergonzantes del pasado, la mayoría de las veces establece un rumbo del cual no se puede salir sin sufrimiento, falta de dignidad y humillación.
Los destinos que se siguen ciegamente, desconociendo las causas reales, luego se convierten en hechos compulsivos y tienen una orientación que sólo puede comenzar a cambiar en el mismo momento en que se integra la verdad.