Mal jefe: Lo que estamos dejando de hacer
Por lo general cuando decimos que alguien es un “mal jefe”, nos vienen a la mente escenas de una persona iracunda que reprende a alguien en público, poniendo mucho énfasis en lo que considera una falla de la persona reprendida, gritos, alguien que roba el crédito de otras personas para atribuírselo a sí mismo o que no es congruentes pues dice una cosa y hace todo lo contrario; en fin, usted puede continuar enumerando características de un “mal jefe” y de seguro agregaría muchas más.
Es obvio que uno mismo nunca se considera “mal jefe”. Cuando uno ve estos comportamientos en una película o en la televisión, pensamos que nosotros no lo hacemos, que no somos malos jefes. Somos muy benévolos en nuestro propio juicio y nos cegamos ante la realidad. Un “mal jefe” lo es, no solo por su mal comportamiento hacia sus subordinados o por las “malas cosas” que hace, sino también por las cosas que “no hace”, por sus errores de omisión. El típico mal comportamiento hacia sus subordinados de un mal jefe abarca solamente menos del 20% de los que define por completo a los peores jefes.
En un estudio realizado para analizar cómo es visto el comportamiento de más de 30 mil gerentes a través de la opinión de sus subordinados, reportes directos, y de evaluaciones muy completas, se concluyó que los pecados que cometen los malos jefes son en su mayoría, más de omisión que de comisión. La conclusión se dio en dos direcciones: a) de este grupo de 30 mil, el estudio se enfocó en los 11 mil que tuvieron las peores calificaciones para tratar de identificar aquellos factores que les impedían el éxito como jefes y b) se analizó también un grupo de gerentes que habían sido despedidos recientemente, analizando los datos en busca de pistas que explicaran el motivo de su falla.
Combinando las conclusiones de ambos grupos, se identificaron 10 fallas que provocaban su fracaso como jefes. Estas fallas se enumeran a continuación, en orden de influencia:
Fallas para inspirar al personal. Ello debido a la falta de energía, de entusiasmo, de enjundia; los jefes son descritos por sus subordinados como poco entusiastas y pasivos.
Aceptación de resultados mediocres en lugar de buscar constantemente resultados excelentes. Los malos jefes no expanden sus metas, de manera inadvertida provocan desempeños mediocres en el personal a su cargo y les toleran el trabajar menos, en comparación con las personas que trabajan para mejores jefes.
No tienen una dirección y visión clara de su trabajo. Los malos jefes tienen una visión muy turbia acerca del futuro o no piensan en ello. Como consecuencia, no saben con precisión que dirección tomar y ni siquiera hablan de este tema dejando a sus subordinados sin aclararles cual es el camino correcto.
No son capaces de colaborar y trabajar en equipo. Por lo general son esquivos y evitan a sus iguales en jerarquía, actúan de manera totalmente independiente, no son capaces de desarrollar relaciones colaborativas y ven el trabajo como una competencia y a sus iguales como oponentes.
Falta de congruencia. Una forma inequívoca y rápida de perder la confianza de los subordinados lo es decir una cosa y hacer una totalmente contraria. El mayor riesgo de esto es que quienes actúan así, son una amenaza ya que se convierten en modelos peligrosos a seguir y pueden hacer que otros se comporten de la misma manera.
No aprender de los fracasos y los errores. Cuando combinan arrogancia y complacencia, los malos jefes creen que ya han llegado a una posición en la organización, en la que ya no se requiere desarrollo. Por lo tanto, no se tiene la capacidad de aprender de los fracasos y de los errores y por ello, fácilmente los vuelven a cometer una y otra vez.
No son capaces de provocar cambios o innovar, porque se resisten a las nuevas ideas. Ya sea por falta de imaginación o simplemente por tener un criterio muy cerrado, estos jefes no aceptan sugerencias de sus subordinados o de sus iguales.
No desarrollan a su personal. Principalmente se enfocan en sí mismos y no se preocupan por el éxito a largo plazo de sus subordinados o de su departamento.
No tienen habilidad para interactuar con el personal, son rudos, sus fallas se manifiestan en que no saben escuchar, no hacen buenas preguntas, no se acercan a otros ni refuerzan ni elogian el buen comportamiento y el éxito de otros.
Juzgan las situaciones de manera equivocada y ello los lleva a una toma de decisiones pobre. Con sus malas decisiones, llevan a sus subordinados directo al precipicio del fracaso.
El estudio concluye que estas fallas se presentan por lo general en grupos de tres o cuatro y al menos ocho de ellas son completamente fallas ocasionadas, más por omisión que por cometerlas, son fallas por no actuar más que por el hecho de cometer errores.
Lo peor de todo es que estas fallas se observan después de semanas o incluso meses de trabajo conjunto y puede ser que el jefe vaya directo al desastre sin que nadie ni nada se lo advierta. No hay señales de advertencia ni indirectas que nos pongan alertas, a menos que nos tomemos el tiempo necesario para analizar que es lo que estamos haciendo, o mejor aún, que es lo que estamos dejando de hacer.
Autor: Juan Manuel González Cerda