El coach: catalizador del cambio y facilitador de tomas de conciencia
A lo largo de los siglos siempre hubo grandes hombres y mujeres que fueron capaces de facilitar la transición a niveles más altos de excelencia. Personas que no se amedrentaron ante el cambio sino que lo enfrentaron convirtiéndose en sus agentes facilitadores.
Durante años hemos querido negar la posibilidad del cambio buscando explicaciones desde la inmanencia y atribuyéndole a la mera percepción la variabilidad que observamos. Sin embargo, esto no nos excusó de enfrentarnos a la dura realidad: el cambio es lo único que no cambia. Ahora bien, si todo cambia, ¿cómo planifico mi vida, mi profesión y los resultados que deseo? Nos sentimos como aquel a quien, luego de aprenderse la respuesta, le cambian la pregunta. Este constante desconcierto nos lleva a absorbernos en la tiranía de “lo que todos hacen” o, como dice Martin Heidegger, “el uno”. Viviendo como “se” vive, estudiando lo que “se” estudia, “uno” debe hacer lo que “se” hace. Vivir en los dominios del “Uno” es vivir en “seguridad”, con menos “riesgos”, menos sobresaltos, más “estabilidad”. ¿Qué pasaría si en vez de absorbernos en el estado del “Uno” pudiéramos asumir nuestra vida haciéndonos cargo de las posibilidades? ¿Qué posibilidades se me abrirían si pudiese hacer frente al cambio creando mi propia seguridad, minimizando riesgos, logrando estabilidad?
Es en este contexto cambiante donde emerge el Coach y la profesión del coaching, para hacerse cargo de esas preguntas. Es por eso que en este artículo quiero adentrarme en este emerger de la existencia del coach y su profesión. Quiero aclarar también que abordaré este tema desde el Coaching Ontológico[1] y las competencias de la International Coach Federation.
El coaching nace en el domino de los deportes como una forma de entrenamiento centrado en que el cliente[2] alcance los más altos resultados de acuerdo a sus propios objetivos. Resultados que no hubieran sido posibles sin la intervención de un coach. Desde esta definición interpreto el coaching como un humanismo pragmático. Ahora bien, ¿por qué coaching?, ¿qué significa ontológico?, ¿qué tiene que ver esto con el ser humano?
Para poder responder a la primera pregunta necesitamos hacer arqueología de las palabras, desenterrando los significados y las raíces ocultas desde donde surgen.
Si bien muchos conocen el significado tradicional de lo que es “entrenamiento”, ésta es una connotación tardía de la palabra que le dio origen. El conocer algo más sobre la palabra nos brindará un acercamiento y una forma de ver al coaching distinta a la tradicional, una comprensión ampliada. Rastreando el término, nos remontamos a la ciudad húngara de Köcs, a 70 km de Budapest (entre Viena y Pest). Köcs se convirtió en parada obligada para todos los viajeros entre estas dos capitales. De esta manera se empezó a hacer muy común el uso de un carruaje caracterizado por ser el único provisto de un sistema de suspensión para dichos viajes. Además, destacaba por su comodidad frente a los carruajes tradicionales. Así comenzó a hablarse del köcsi szekér, o sea el “carruaje de Köcs”, símbolo de la excelencia.
De esta forma, el término köcsi (pronúnciese “cochi”) pasó al alemán como kutsche, al italiano como cocchio y al español como coche. En serbocroata se dice kocsikázik para designar la acción de dar un paseo en coche. Por tanto, la palabra coach (coche) es de origen húngaro y designaba un vehículo tirado por animales para transportar personas. En definitiva la analogía es válida, ya que dicho carruaje llevaba a las personas desde un lugar presente a un lugar deseado, desde donde están hasta donde quieren estar, desde lo que están siendo hasta lo que desean ser o hacer.
En una relación de coaching el cliente viene a conversar con un coach debido a que hay algo que lo inquieta, una situación presente que le aporta insatisfacción o bien un resultado que no sabe cómo alcanzar. Desde esta explicación el coach observa en el discurso del cliente “un estado presente” con algunas carencias e incomodidades, y bucea mediante preguntas concretas en aquello que quiere lograr: el estado deseado. Orientando la conversación de coaching con un fin concreto y finito, toda la indagación se sustenta en que el cliente tome conciencia o cambie la manera de observar la situación para que tenga a su alcance un conjunto de acciones diferentes, que antes no observaba, y que le permitirán lograr los resultados deseados de una forma extra-ordinaria.
Por otro lado, ¿de qué hablamos cuando hablamos de ontológico u ontología? Dicho de forma sencilla es el discurso del ser[3]. Ahora bien, al llegar a la filosofía de Martín Heidegger nos topamos con una nueva manera de interpretar este término, restringiéndolo al dominio humano. Heidegger, en el libro Ser y tiempo, hace notar que durante siglos el ser humano confundió el “ser” con “las cosas que son”, los entes, buscando desentrañar en dicho texto esta diferencia llamada “la diferencia ontológica”. Para poder estructurar nuevamente la pregunta por el ser que cayó durante tantos siglos en el olvido necesitamos remitirnos al ente que es capaz de hacer esa pregunta: el ser humano. Entonces toda ontología involucra al ser que puede problematizarla, ya que el ser humano es el único ser que puede preguntar y hacerse cargo por su ser. La interpretación que encuentra Heidegger posteriormente es de sumo interés ya que sustenta las bases filosóficas del discurso de la Ontología del Lenguaje, definiendo al ser humano o dasein como una estructura integrada al mundo o sistema de cosas[4]. Una forma de interpretar el fenómeno humano de manera sistémica y necesaria para que surjan las cosas del mundo. Desde esta mirada ya no existen la objetividad y la subjetividad, sino que todo se integra en un entorno de existencia donde emerge el ser humano como el ser que es.
¿Qué es el ser humano desde esta interpretación? Lisa y sencillamente es un “poder-ser”, es decir el ser humano es su posibilidad, posibilidad que integra en un proyecto y que hace propia para vivir en la autenticidad, desprendiéndose de las cadenas del “uno”. En definitiva, ser en la posibilidad significa hacernos cargo de nosotros mismos y darnos cuenta de que somos lo que estamos eligiendo ser en cada momento, donde ya no necesitamos hacer lo que todos hacen, ni vivir como “se” vive.
El Coach interviene en la forma de “estar-en-el-mundo” de su cliente, ayudándole a ver las posibilidades que él está siendo y que no se está dando cuenta que es por habitar en un espacio de ceguera. Cuando logra tener esta nueva mirada, el coachee está capacitado para hacer propia su posibilidad incorporándola a su proyecto. Es en esta instancia donde el coachee deja de vivir por default para vivir por elección. ¿Desde dónde interviene el coach para que el coachee tome conciencia?
Heidegger acude en nuestro auxilio para brindarnos un atisbo. En un pequeño texto, Carta sobre el humanismo, dirigida a Jean Beaufret, en la primera página dice: “El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre”. Esta afirmación pone de relieve el lugar que ocupa el lenguaje en la práctica del coaching. Es una intervención desde el conversar, desde un lugar de igualdad, creando las condiciones para el surgimiento del llamado a la toma de conciencia. Llamado que invita al dasein de forma silenciosa y callada a hacerse cargo eligiendo su posibilidad auténtica.
Pero no es el lenguaje el único domino de intervención. En el parágrafo 29 de Ser y tiempo, Heidegger ahonda en la emocionalidad como el estado en que se encuentra el ser humano cada vez, mientras está-en-el-mundo. Es decir, todo lo que hacemos, sea que lo hagamos o no haciéndonos cargo de nosotros mismo, lo hacemos desde una determinada emoción que configura nuestra forma de estar-en-el-mundo, echando luz o cegando la mirada a las posibilidades. Solo cuando tomamos contacto con la emoción, articulándola desde el dominio lingüístico, podemos intervenir en ella con el fin de que nuevas emociones surjan, emociones que nos iluminen aquellas posibilidades que nos permitirán acercarnos a nuestros objetivos. Pero hay más: el término dasein significa literalmente “ser-ahí”[5], “da” es una expresión deíctica[6] que posiciona al sein (ser o estar). Ahora bien, el “ahí” solo es posible siempre que la entidad que se señala tenga corporalidad. El “ahí” del ser es el otro domino de intervención del coach: el cuerpo. Al intervenir desde la integralidad de cuerpo, emoción y lenguaje, permite una toma de conciencia integral, a la vez que posibilita más y mejores acercamientos a su proyecto. Desde esta coherencia habita el ser humano y es en esta coherencia donde el coach facilita los procesos para que emerja en el cliente el abanico de posibilidades que le facilitará elegir cómo y qué posibilidades tomará y cuáles rechazará, responsabilizándose de dichas elecciones desde una base de libertad. En este proceso interventivo el coach no aconseja ni juzga, escucha desde la “aperturidad” de su ser.
Para que la intervención se sustente es necesario generar desde el comienzo un acuerdo claro y específico sobre aquello sobre lo que se conversará, los objetivos y alcances de la misma, así como la causa final, el “para qué” detrás de los objetivos, sin olvidar los indicadores que evidenciarán que se acercan a los objetivos pautados. La regla es “no hay coaching sin acuerdo de coaching”. Explorando e indagando en los diferentes dominios de la vida del coachee, a la vez que respetuosamente nos adentramos en ella, el coach, al igual que el cochero del köck, transporta al cliente a donde quiere ir y le permite a él elegir el camino a tomar. El coach solo facilita el trayecto acelerando los procesos, invitando a reflexionar, preguntando, reformulando, mostrando.
El rol del silencio en una conversación de coaching efectiva es fundamental. Antes dijimos que la voz de la conciencia que invita al “ser que somos nosotros mismos” a hacerse cargo de sí, es una voz que se escucha pero no se oye. Para que el cliente pueda escuchar esa voz es imperioso el ser capaz de hacer silencio, un silencio zen. El silencio es esa nota musical que no se ejecuta para que surja la melodía que al cliente le hace sentido. El coach que puede intervenir profundamente no es solo el que hace preguntas poderosas, es también el que hace silencios poderosos.
Ahora bien, dado que el ser humano, según Heidegger, “se encuentra a sí mismo en lo que realiza”, la acción es vital en el proceso de coaching. Solo en la acción devenimos, por lo cual, a menos que el coachee ejecute ciertos compromisos operativos en pro de su proyecto, será difícil que se acerque a ese estado deseado. Esto implica, además, que al “encontrarse a sí mismo en el hacer”, no solo está “siendo”, sino fundamentalmente “existiendo” de una forma diferente. Al existir en la elección libre de su más propia posibilidad, adquiere altos niveles de empoderamiento que facilitan el acercamiento a sus objetivos y proyectos.
Como pudo observar el lector en estas breves líneas, el coach se hace cargo en cierta medida de ser ese agente facilitador de cambios. Es cierto, el cambio es inevitable y necesario. Sin embargo, la figura del coach y la disciplina del coaching nos permiten direccionar el cambio orientando las velas hacia aquello que como seres humanos realmente nos importa.
[1] Si bien este artículo aborda al coaching desde su modalidad “ontológica”, los mismos conceptos se aplican también coaching ejecutivo.
[2] En este artículo nos referiremos como cliente o coachee a quien contrata los servicios de un coach, y utilizaremos los términos de forma indistinta.
[3] La etimología griega nos remonta al verbo eimi (ser). Al pasar este verbo al participio llegamos a la palabra on, que al declinarlo en el caso genitivo queda ontos. El participio griego corresponde con los gerundio español, en este caso lo traduciríamos por “siendo”, destacando así el presente continuo en el cual se mueve el verbo griego. Aristóteles definió a la filosofía primera como “el estudio del ente en cuanto ente y los atributos que lo constituyen”. En dicho pasaje del texto de la Metafisica (libro Delta) utiliza los términos “to on”, “lo que es”, o “el ente”. Por otro lado el término “logos”, de acepciones polisémicas, puede significar palabra, estudio, tratado o discurso.
[4] Me estoy refiriendo al estar-en-el-mundo. No hay dasein sin mundo y no hay mundo sin dasein.
[5] En español podemos traducirlo como “ser” o “estar”.
[6] La deixis o deíxis es la parte de la semántica y la pragmática que está relacionada con las palabras que sirven para indicar otros elementos. Palabras como tú, hoy, aquí, esto, son expresiones deícticas, que nos sirven para señalar personas, situaciones, lugares, etc. En este caso la expresión alemana da es una deixis de lugar.
Autor: Diego Lo Destro - Director de D&L Group Coaching | Consulting. Licenciado en Filosofía con especialidad en metafísica y gnoseología. Professional and International Certified Ontological Coach en la Escuela Argentina de PNL y Coaching (ACTP). Mentor Coach certificado formado por Damian Goldvarg (Vicepresidente ICF Global). Master Practitioner en PNL en el Instituto de Investigaciones Humanísticas. Practitioner en Hipnosis Ericksoniana por la Universidad de la Matanza. Miembro fundador de la International Coach Federation Argentina, donde se desempeña como colaborador de la Comisión de Programas Presenciales de ICF, encargada de la formación continua y de alta calidad para coaches internacionales.