Activar el liderazgo en la empresa

1. Un gigante dormido
El liderazgo se desarrolla a partir de un potencial que está en las personas. A veces son motivaciones poderosas que concurren en una determinada situación y producen la conmoción interior necesaria.

Lo anterior quiere decir que:

Hay unas cantidades enormes de liderazgo perdido o que nunca se activó


El entorno no fue lo suficientemente influyente para provocar una reacción o crear la oportunidad.


Se produjo un vacío, una ausencia, que se nota en la sociedad.


Los problemas toman ventaja, las soluciones no llegan o son muy escasas.


Eso sólo lo pueden hacer los líderes a través del conjunto de acciones sistematizadas que pueden logran resultados sostenibles.

El líder, ante todo:


Es la persona de la visión, de los “sueños”, que ayuda a construirlos


Es la persona de la acción, de la ejecución de las decisiones


Se le mide a lo que parece imposible porque lo posible ya está hecho.


El líder ha de tener una visión de futuro integrada, sistémica, no parcial, que adopta una actitud de aprendizaje para descubrir qué caminos construir y cómo enseñar a otros a recorrerlos.

De ahí que haya dos condiciones que son necesarias a la hora de activar el liderazgo:


la visión prospectiva


la estrategia.


El liderazgo necesita estos valores:


La creatividad que exige al líder innovar y atreverse a repensar cosas que parecen inamovibles o transformar esas realidades con base en un pensamiento creativo descentralizado, no sujeto a reglas dictadas desde un desde un centro de mando.

La asertividad que lleva a mantener siempre una comunicación abierta y sincera, franca, no sumisa a los estereotipos, optando por puntos de vista que resalten lo mucho positivo con lo que se cuenta,

Asumir el riesgo que lleva a no ser espectador sino actor del cambio, no de un cambio por cambiar o de una moda sino de un cambio que implique nuevos horizontes de acción.

Proactividad porque mira hacia el futuro para anticiparse, en forma responsable y activa, para superar los problemas no dejándose dominar por las circumstancias adversas o por las reacciones negativas de los demás.



2. Necesidad de la acción
Se trata ante todo de la acción humana productiva, que se realiza mediante el trabajo, que busca multiplicar los recursos y los beneficios, la riqueza obtenida. La sociedad necesita un liderazgo comprometido con sus necesidades y con las oportunidades de desarrollo que se presentan hoy concretamente.

Por ejemplo, en una economía de mercado, quien no hace su propia transformación productiva acaba por ser arrollado por la competencia No se puede esperar pasivamente a que eso suceda, y hay que adelantarse a los acontecimientos.

En las personas se da el afán de crecer, que las lleva a ver cómo lograrlo en el menor tiempo posible, y se ponen con actitud creativa en esa tarea. Igual ocurre con las organizaciones en la sociedad actual: afán de crecer, de expandirse a nuevos mercados para lograr más y mejores resultados. Si muchos piensan y hacen así, la sociedad sentirá ese impulso.

La capacidad de decisión es capital. En la decisión comienza la acción y la prolonga en la medida en que se ejecuta. Podemos decir que también continúa a través de los propósitos (compromisos de futuro), siempre que haya estabilidad y constancia en la tarea.

Antes de llegar a su puesta en práctica es bueno pensar en que la intensidad de esa acción ya viene preparada por la intensidad de sus aspiraciones, por la claridad de sus intenciones de cara a la acción y por la firmeza de su compromiso con el grupo y con la organización entera.

El riesgo de quedarse en las buenas intenciones se supera en la medida en que hay una determinación fuerte sobre cómo organizar las acciones de modo que operativamente correspondan al objetivo propuesto. Esa intención clara anticipa de alguna forma la acción pero, a la vez, la alimenta permanentemente.

La activación del liderazgo cuenta siempre con:


Unas intenciones fuertes y convincentes.


Demostración práctica


Actuar sin vacilaciones,


Concertar acciones con el equipo


En la realidad de la acción lo que se consigue es pasar del conocimiento sobre cómo deben ser las cosas o de cómo podrían ser, del saber teórico, consolidado y valorado, al cómo lograrlo técnicamente, operativamente, lo que llamamos el saber-hacer, las destrezas y habilidades absolutamente necesarias en el liderazgo, que están ya, podemos decirlo así, en alerta máxima para la acción. Y finalmente desembocamos en el hacer como acción productiva y transformadora que es la hora de la verdad para nuestros conocimientos y para nuestras capacidades y habilidades.

Cuando se trabaja de esa forma, con una actitud positiva frente a las dificultades, se convierte la acción en tarea creadora, entusiasta, responsable, con espíritu de iniciativa porque “el trabajo creador resulta de un equilibrio dinámico donde se combinan libertad y necesidad, riesgo y responsabilidad, esfuerzo y satisfacción” (P.Donati), que produce deseos de servir mejor.

El encadenamiento de acciones sucesivas del mismo tipo, respaldadas por una intención permanente de hacer eso mismo y de obtener buenos resultados, va formando un hábito estable de comportamiento emprendedor o sostenedor de un ritmo de trabajo productivo.

Lo importante es dejar claro que la acción de trabajar exige una actitud determinante, decidida, inteligente y activa, que compromete a la persona con lo que hace y con quienes trabaja y para quienes trabaja.


3. Oportunidad de transformación
Activar el liderazgo o concebir el liderazgo en acción supone:


Aprovechar oportunidades de crecimiento


Valerse de sus ventajas competitivas


Anticipar estrategias de posicionamiento.


En el examen de las oportunidades es muy importante no confundir la percepción que se pueda tener de la realidad, debido a factores ajenos a ella, como pueden ser las actitudes de determinados actores sociales y económicos, los prejuicios frente riesgos que entraña actuar con la presencia de factores inciertos o no bien conocidos que pueden condicionar el resultado.

El liderazgo se vuelve adaptativo al condicionarse a las oportunidades que se le presentan pero manteniendo siempre su calidad de conducción responsable, orientadora y organizadora de la acción productiva para obtener resultados mejores en menos tiempo (eficacia).

La oportunidad convoca a un liderazgo transformador que se guía por la mejor de las salidas posibles no por las amenazas existentes. No evita el riesgo pero tampoco se adentra en soluciones temerarias frente a las condiciones de posibilidad de éxito. Y examina las posibilidades en términos de sostenibilidad de la acción, es decir, de capacidad de mantenerla en acto produciendo resultados favorables a través de un plazo prudente.

Hay que hacer a un lado modelos mentales negativos sobre la capacidad estratégica de nuestras empresas para competir a niveles mundiales, que nos hace pensar más en la capacidad de los otros de arrebatarnos nuestros mercados que en nuetsra propia capacidad de mantener e incluso de mejorar la posición en ellos. En el fondo es temor a abrirse al mundo y cortoplacismo en las estrategias de crecimiento.

Al interno de las empresas eso produce un cierto acostumbramiento a mirar hacia atrás buscando referentes en los éxitos o fracasos del pasado, en la rutina de los caminos trillados y en el temor a la innovación y a la audacia creativa.


4. Líderazgo para el gran salto

La sociedad espera de los líderes respuestas a sus necesidades y a los retos que le plantea el mundo a su alrededor. De la calidad, prontitud y fuerza de esa respuesta depende la transformación del país y los cambios sociales.

Necesitamos:


Líderes emprendedores que creen nuevas empresas


Dar prioridad a la modernización de las existentes.


No dejar que siga primando el individualismo, la lucha aislada


Impulsar la creación de cadenas de empresas (modelo asociativo)


Los éxitos siempre los obtienen quienes asumen los mayores riesgos. Salir de la mentalidad del negocio individual o familiar, que se ha crecido por fuerza de las circunstancias, a hacer empresa a niveles avanzados de productividad y competitividad, creando proyectos que atraigan crédito y capital intelectual para sacarlos adelante. No para un grupo pequeño de empresas sino para el desarrollo de cientos de proyectos que nos coloquen a otro nivel.

Estamos ante un problema de necesidad de liderazgo y de líderes que ayuden a dar ese gran salto. Es un enorme desafío para el gobierno, para los gremios empresariales e industriales, para la universidad y la educación en general. Hay que alinear todas las fuerzas en esa dirección para lograrlo. Lo mejor de todo es que hay de dónde. No se trata de asustarse ante los grandes desafíos sino de acostumbrarse a ellos.

El gran salto necesita de líderes en acción en todos los campos, que conviertan esa meta en un gran propósito de las empresas e instituciones, y de las personas singulares. De tal forma que todos se sientan llamados a dar un tipo de respuesta concordante con la necesidad presente, para poder visualizar un futuro de progreso de desarrollo sostenido y sostenible.

De esa respuesta dependen tanto la superación de muchas barreras como las expectativas de mejorar la calidad de vida de millones de personas, cuyo futuro está en manos de los nuevos líderes.

Autor: Jorge Yarce - Conferencista internacional en temas de liderazgo, ética y valores y comunicación en 9 países. Cofundador y Presidente del Instituto Latinoamericano de Liderazgo (ILL). Director de su Equipo Interdisciplinario de Consultores y Facilitadores. Director del Proyecto AXIOS (Valores en la educación).