360 Grados ~ Un Mundo de Posibilidades
Era el inicio del verano en el hemisferio norte. Ese día marcaba mi llegada a Estados Unidos, y la manifestación de un deseo, una plegaria que hice cuando tenía tan sólo 11 años.
Descalza, frente a la inmensidad del Océano Pacífico, me encontraba observando, más bien en contemplación, el hermoso paisaje. Abrí mis brazos como una señal de simplemente recibir lo que estaba en frente de mí. De repente me di cuenta que sólo estaba contemplando la mitad de lo que humanamente podía observar, así que, con mis brazos abiertos, me di vuelta para tomar lo que estaba detrás de mi. Pasé un tiempo, la verdad no sé exactamente cuanto, di vuelta y de nuevo contemplé la vasta inmensidad del Pacífico. Continué haciendo esto por largo tiempo.
El peso de toda mi vida se desvanecía de mi Consciencia, y una sensación de Libertad se hizo presente. Sentí mis hombros livianos, una gran sonrisa acompañada de lágrimas que rodaban por mi cara. Una alegría que aún no logro expresar en palabras. Cerré mis ojos y con las manos ahora sobre mi corazón, caí de rodillas y di Gracias, mientras continuaba soltando con mi llanto.
Ahí, de rodillas sobre la arena suave y caliente, levanté la mirada, me puse de pie y abrí mis brazos de nuevo.
El llanto se transformó en risa, y como esa niña de 11 años, empecé a dar vueltas y a bailar sobre la arena. Corrí, salté, brinqué sobre las olas que rompían a mis pies. Jugué con las gaviotas, y admiré las manadas de pelícanos volando muy cerca del agua.
Al detenerme un momento y observar el agua de nuevo, el más hermoso espectáculo preparado para este preciso instante de mi vida: ¡Delfines! No sé cuantos, y la verdad no importa tanto. Saltaban, jugaban, justo enfrente de mí surfeaban. Jamás había sido testigo de tanta belleza. Siempre he pensado que vinieron a celebrar conmigo la grandeza de ese momento.
Los aprecié, me divertí con ellos, reí, sonreí y lloré con su presencia y la celebración de esta experiencia. Adentro de mí sentí la importancia de agradecerles y despedirme de ellos.
Un par de horas más tarde sentada en el balcón y con mi diario en mano, aún disfrutando de la experiencia vivida, y contemplando el hermoso atardecer, anclé con palabras la bienvenida a una nueva etapa de mi vida.
Salir de mi país y dejar todo lo que hasta ahora me era conocido, fue la oportunidad para soltar por completo hábitos y creencias que hasta ahora me había acompañado. Fue la oportunidad para ser yo, expresarme y compartir la verdadera esencia de mi corazón y de quien realmente soy yo.
Abandonar el yugo de ser y hacer cosas para darle gusto a los demás, para encajar, últimamente, por la aprobación de una sociedad. Descubrir que eso ya no era necesario. Darme cuenta que todo eso estuvo al servicio de mi crecimiento y su labor se había completado. Ahora era el momento de ser yo, de aceptarme y amarme tal cual soy, y de compartir libre y abiertamente la Luz de mi Corazón.
Hoy, como hace 21 años y medio, es el comienzo de un nuevo ciclo, una nueva aventura, un nuevo Advenimiento.
Hoy se cierra un ciclo del pasado, y se abre una puerta que, como ese hermoso día de verano, el 21 de Junio del año 2000, me ofrece 360 grados, todo Un Mundo de Posibilidades.
Un abrazo con Amor y Gratitud,
Margarita Gibson, DSS
© 2021 Margarita Gibson