Conversaciones laborales: ¿cuándo hablar y cuándo callarse la boca?

Dirigir un negocio implica cooperar continuamente con personas que tienen distintas creencias, opiniones y perspectivas que nosotros. Las divergencias son, desde luego, positivas porque manifiestan la diversidad existente en cualquier organización.

De hecho, los expertos en recursos humanos suelen recomendar cada vez más la formación de grupos diversos. Tenemos buenas razones para creer que las interacciones entre personas de distintos orígenes e intereses potencian la creatividad.

Sin embargo, al mismo tiempo, los grupos de trabajo diversos también pueden convertirse en verdaderas bombas de tiempo por las inevitables fricciones que suelen producirse entre sus miembros, fricciones que deben manejarse con el mayor tacto posible.

Según el artículo How to hold a Risky Conversation de la American Management Association, las escuelas de negocios tienen innumerables programas donde se enseñan las más variadas teorías sobre el liderazgo pero carecen de cursos donde se enseñe a los futuros managers desenvolverse en conversaciones difíciles, conversaciones donde basta una sola palabra fuera de lugar para que se arruine por completo una relación.

Así, muchos ejecutivos suelen estar escasamente preparados para esquivar las temibles trampas de la comunicación, esas trampas que nos llevan a adoptar una posición defensiva (reaccionando con sarcasmos y agresiones) a la primera percepción negativa que recibimos del otro.

Desde luego, la forma de evitar estos comportamientos no puede aprenderse completamente en los libros. La experiencia es el mejor maestro. Sin embargo, al menos pueden ofrecerse algunos tips para orientarse en la difícil tarea de saber qué decir, cuándo decirlo y, lo más importante, cuándo mantener la boca cerrada.

1) Brindar seguridad

Si quiere evitar que el otro se ponga a la defensiva, hágalo sentir seguro. Empiece su próxima conversación crucial comunicando su intención de colaborar. Cuando el otro se sienta respetado y confíe en sus motivaciones, bajará la guardia y se abrirá un diálogo cordial.

2) Pensamiento inverso


La mayoría toma la decisión de hablar o no a través de una evaluación de los riesgos de abrir la boca. Sin embargo, señala el artículo de la American Management Association, mejor adoptar la perspectiva inversa.

Es más conveniente evaluar los riesgos de guardar silencio: ¿cuál será el costo para la empresa (y para mí) si me guardo mi opinión? ¿Qué información importante poseo que justifique su comunicación?

A través de este sencillo método, podremos evitar hablar en situaciones en que lo mejor sería mantener la boca cerrada.

3) Separar a la persona del problema

Uno de los principales errores que solemos cometer en las conversaciones consiste en intervenir cuando estamos irritados con la opinión de un colega. Así, nuestras emociones negativas hacia el otro se cuelan en el debate.

Por lo tanto, antes de abrir la boca, separe a la persona del problema. Recuerde en todo momento que cualquier conversación laboral es, básicamente, una comunicación entre personas con el objetivo de resolver un problema.

En definitiva, la palabra es un poderoso método de acción y motivación. Pero esas meras vibraciones del aire también pueden ser tremendamente destructivas. Entonces, antes de abrir la boca, recuerde una célebre máxima del inmortal Groucho Marx: "Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente".