Como te ves te tratas

Como te ves te tratas

¿Le ha sucedido que hay gente que desea conocer, o que no desea hacerlo, tan sólo por lo que ha oído de ella? Por ejemplo si en el trabajo una compañera le platica lo terrible que es su cónyuge, ¿le dan ganas de conocer a ese hombre y hacer amistad con él? Seguramente no. Lo que ha escuchado le motiva a evitar a esa persona. Tratamos a la gente con base en lo que pensamos de ella.

Otro ejemplo (no es caso real, es inventado). Imagine que le platico de un colega mío que se dedicaba a impartir campamentos de autoestima para adolescentes hasta que lo denunciaron por abuso sexual de menores y lo encarcelaron. Con el paso de los años y por buen comportamiento le reducen su condena y recupera su libertad. Al salir regresó a trabajar en lo mismo, me refiero a los campamentos para adolescentes. Hoy por la tarde usted se entera que su hijo, sobrino, nieto, o el hijo de un amigo suyo, ha sido invitado a asistir el fin de semana a un campamento dirigido por esta persona, ¿enviaría a su hijo a este evento? Creo que la mayoría no lo haríamos y si se tratara del hijo de alguien más, al menos informaríamos a los padres lo que sabemos sobre el pasado del hombre que realiza estos programas. ¿Sabe por qué responderíamos así? Por lo que escuchamos de esta persona. En otras palabras, tratamos a las personas con base en lo que pensamos de ellas y nos formamos un concepto de ellas debido a lo que hemos escuchado sobre ellas.

Pero ¿qué pasa si lo que hemos oído sobre estas personas son mentiras?, ¿qué pasaría si todo lo que le he platicado sobre este supuesto colega mío fuera un engaño de mi parte?, ¿si lo que yo le dije es fruto de un malentendido y me he equivocado en el nombre de la persona?, o, ¿y si simplemente lo hice porque le tengo envidia debido a que es más exitoso que yo? Aunque todo fuera mentira, si yo se lo platiqué como una afirmación, seguramente usted lo tomará como verdad, se formará una idea sobre ese individuo y cuando escuche algo sobre él no podrá evitar percibirle negativamente y tratarle o actuar respecto a él con base en ello. Esto se debe a lo que mencioné anteriormente, tratamos a la gente con base en lo que pensamos de ellas, y pensamos así debido a lo que hemos escuchado sobre ellas. Aquí viene la parte más importante y para la que requiero su máxima atención. Así como tratamos a los demás con base en lo que hemos oído de ellos, nos tratamos a nosotros mismos con base en lo que hemos escuchado que otros mencionan sobre nuestra persona, aunque sus afirmaciones sean incompletas, incorrectas o incluso mentiras. Lo que escuchamos sobre nosotros, sin importar nuestra edad, nos afecta. Con mayor razón todo aquello que oímos cuando éramos niños: “eres un hijo maravilloso”; “este niño es un demonio”; “me encanta como eres”; “deberías de ser como tu hermana o como tu prima”; “te ves horrorosa”; “te quiero mucho eres muy valiosa para mí”; “me tienes harta, ya no sé qué hacer contigo”. ¿Puede verlo? Esos comentarios fueron forjando la opinión que nos hicimos sobre nosotros y con base en esa idea es que nos damos o negamos oportunidades en la vida; que nos atrevemos a intentar grandes retos o creemos que no estamos “hechos” para alcanzarlos, tal vez hasta elegimos a una pareja, empleo o lugar para vivir pensando, inconscientemente, que es lo mejor que se puede obtener para alguien como yo. ¡Momento, seguramente la mayor parte de los comentarios negativos que escuché sobre mi persona no son verdad!, fueron fruto del momento de enojo de mis padres, de su ignorancia para educar hijos, de simplemente reproducir cómo fueron formados ellos por sus propios padres, quiénes poseían todavía menos información sobre cómo criar hijos.

Cuando trabajé como voluntario en un reclusorio para menores, dentro de los objetivos que tenía incluí el de cambiar la imagen de sí mismo que tenía un jovencito, “el chino”. Él constantemente afirmaba que era una mala persona y que por eso estaba en la cárcel. Un día me enteré por uno de los guardias que el chino había realizado un acto de valor y solidaridad para apoyar “al gordo”, otro recluso. Quise aprovechar la oportunidad y le pregunté al chino si lo que había hecho por el gordo era algo bueno o malo. Después de unos minutos de negarse a responder y levantar los hombros en señal de indiferencia, me dijo: “… hice algo bueno… pero soy malo”. Simplemente no podía creer que él fuera buena persona, estaba seguro que era malo, lo había escuchado desde que era un bebé y además ahora estaba en la cárcel por haber cometido homicidio. Tenía hechos que respaldaban su forma de pensar. Le respondí que haber ayudado al gordo no lo convertía en buena persona, simplemente había actuado bien; de igual forma, haber cometido asesinato tampoco lo hacía un mal ser humano, sencillamente en esa ocasión había actuado mal y por eso tenía consecuencias. “¡Chino, eres un simple ser humano como cualquiera! En ocasiones actúas mal y en otras bien, pero no tienes que creer que porque te dijeron que eras una desgracia y porque actuaste mal, así debe ser el resto de tu vida. ¡No!”

Las personas podemos modificar nuestra forma de actuar en cualquier momento, pero para ello requerimos cambiar los pensamientos e ideas que tenemos sobre nosotros. Tal vez usted, estimado lector, recibió sólo palabras de aliento en su infancia; quizás fue maltratado e incluso abandonado por sus padres. No sé si en la actualidad su cónyuge le desprecia y no le trata con el valor que tiene y se merece. Ignoro cómo es y ha sido su vida, pero lo que sí sé es que no debemos juzgarnos por lo que hemos escuchado respecto a nuestra persona. De niños no nos dimos cuenta que lo que nos decían no necesariamente era verdad y lo creímos; pero ahora somos adultos y podemos cambiar, enfocarnos no en el pasado sino en lo que queremos convertirnos, en cómo queremos ser.

Los animales no pueden modificar su forma de vida, están destinados a obedecer su genética. Cada año los gansos emigran en la misma dirección, no saben por qué lo hacen, simplemente lo realizan porque está en su naturaleza, no pueden evitarlo. Los seres humanos somos los únicos seres de la creación que podemos decidir cómo queremos que sea nuestro futuro e incluso nuestro presente. Le invito a ejercer ese maravilloso don de la libertad de elección. Decidamos creer lo mejor de nosotros, no con base en lo que hemos escuchado de parte de los demás, sino seguros de que hemos sido creados con potencial para llegar tan lejos como nuestro corazón y voluntad lo deseen.