¿Cómo mejoro mi calidad de vida?

 Cada vez más (y muy especialmente en las nuevas generaciones) se plantea la problemática de cómo lograr una mejor calidad de vida.

Y deseo enfatizar precisamente el género singular de la expresión calidad de vida ya que no existen distintas vidas (una vida profesional, otra familiar, otra de pareja, otra social, etc.), sino una única vida integrada en un sólo ser. Nosotros mismos.

Ahora bien, ¿Qué es para nosotros calidad de vida? ¿Se trata de disponer de un horario flexible en el trabajo? ¿De poder vestir de sport en la empresa? ¿Cuidar que nuestra alimentación sea balanceada en sus nutrientes?

En realidad, si bien todos estos factores pueden colaborar , la calidad de vida es un juicio positivo que la persona hace de la experiencia, a partir del bienestar, felicidad y satisfacción que ésta percibe y “siente”.

¿Y en que ámbitos se juega nuestra calidad de vida? En todos aquellos en los cuales participamos activamente. Veamos el siguiente gráfico:


Si calificaras de 0 a 10 tu nivel de satisfacción por los logros alcanzados en cada ámbito de tu vida, ¿Qué calificaciones obtendrías? Seguramente diferentes resultados, según el área particular que evaluaras.

Algunas calificaciones estarían más cerca del 10 y otros más cerca del 0. En definitiva, tomarías conciencia de que algunos resultados que estás obteniendo no te satisfacen plenamente.

Si el 0 está en el centro de la figura y el 10 en el anillo exterior, tendrías una rueda “muy despareja” (como muestra la figura del ejemplo).

Imaginemos por un momento que se trata de una rueda de bicicleta, ¿cómo sería tu andar? Seguramente con grandes dificultades y a “los tropezones”.

Cuando les pregunto a quienes me consultan por este tema qué es lo que necesitarían para lograr “alinear y balancear” su calidad de vida, la respuesta que surge de inmediato es: ¡Más tiempo!

¿Más tiempo para qué?, replico de inmediato. ¿Cómo lo aplicarías? ¿Cuánto tiempo necesitarías?

La mayoría de las veces se me quedan mirando sin atinar a dar una respuesta inmediata.

Es curioso cómo las personas se quejan de que no tienen tiempo. Como si se tratara de un producto que falta en la alacena de nuestra casa y que debo ir a adquirir al supermercado.

En realidad se trata de preguntarnos ¿En qué estamos invirtiendo nuestro tiempo?

Sorprende observar a profesionales calificados que llevan un registro minucioso de cómo utilizan su dinero, no proceden de la misma manera a la hora de analizar en qué “gastan” su tiempo.

El tiempo usado (como lo es el dinero) debería ser considerado “una inversión” y por ende, sería muy conveniente evaluar “el retorno” de la misma.

¿Cuánto tiempo malgastamos en prestar atención a correos electrónicos que nos llegan en los que estamos copiados sólo para que otras personas puedan cubrirse ante eventuales ineficiencias?

¿Cuánto en conversaciones telefónicas o reuniones improductivas que se suceden continuamente?

¿Cuánto espacio brindamos en la atención de lo “urgente” postergando lo importante?

¿Cuántas responsabilidades tenemos sobre nuestras espaldas que podríamos delegar en terceros?

Pero es aquí amigo lector, donde debemos hacernos una pregunta y respondernos con absoluta honestidad. ¿Cuánto de esto que nos ocurre, es porque nosotros mismos lo estamos consintiendo?

Como lo sostiene nuestra colega Caroline Taylor en su libro “La Cultura del Ejemplo”, si queremos saber qué es importante para una persona, sólo tenemos que observar en qué invierte su dinero y su tiempo, ya que ambos como sabemos, son recursos escasos.

Tal vez la respuesta a nuestra pregunta no sea entonces un problema de tiempo disponible, sino la incomodidad de reconocer abiertamente que no tenemos el compromiso verdadero para concretar esa actividad que siempre hemos venido postergando, tras excusas y más excusas.

Es muy sencillo justificarnos en las “obligaciones” que enfrentamos cotidianamente, sin darnos cuenta que en realidad, lo que se esconde detrás de esta pregunta es el criterio de elección que utilizamos.

Dicho criterio nos revelará qué es lo realmente importante para nosotros, y por ende el límite potencial de satisfacción y bienestar en cada espacio de nuestra propia vida.

Es cierto que la forma en que distribuimos y usamos nuestro tiempo constituye un verdadero desafío para que podamos encontrar un espacio para el jefe, la familia, la lectura, el ejercicio, el entretenimiento, los amigos, los hijos, la relajación y el desarrollo y superación personal.

Pero igualmente cierto es que superar ese desafío requerirá de todo nuestro compromiso, y de asumir nuestra responsabilidad para hacernos cargo de nuestras propias elecciones (ver video de Nigel Marsh en la Conferencia TED en Sidney)

En otras palabras, cuando tenemos claro y estamos comprometidos con “un qué”, siempre aparecerá ante nuestros ojos “un cómo”.

Caso contrario, seguiremos navegando en el “mar de los lamentos y de las quejas” que podrá ser muy consolador, pero nos dejará sumergidos en nuestra propia resignación e impotencia.

Y ello ya sabemos, podrá explicarnos el cómo llegamos allí, pero nunca transformará nuestra realidad.

Todavía recuerdo siendo muy joven (35 años), yo ya había tenido mis 7 hijos. Preocupado por poder encontrar un espacio y tiempo para cada uno de ellos, me acerqué a un padre del colegio Manuel Belgrano que tenía 8 hijos y le pregunté cómo lo hacía el.

Aún hoy tengo fresca en mi memoria su respuesta: “Yo brindo amor al revoleo para todos, y luego hago como el malabarista del circo”. Ante mi silencio el continuó: “¿Viste el malabarista que tiene girando sobre una vara a todos los platos simultáneamente? Para que no se le caiga ninguno, el interviene inmediatamente en aquél que se está por caer”.

A partir del aprendizaje que me ha brindado la experiencia pude tomar conciencia –una vez más- que todo se juega en el ámbito de las relaciones. Mi relación con el mundo espiritual, mi jefe, mi mujer, mis hijos, mis amigos, con quienes hago deportes, con el vecino, con el almacenero, con quienes comparto alguna actividad comunitaria … y también conmigo mismo.

Si amigo lector… cuando continúo con mi formación profesional, cuando encuentro espacio para mi descanso y recreación, cuando me permito desarrollar algún hobby de mi interés, cuando le brindo atención a mi salud, cuando encuentro un espacio para la meditación… estoy cuidando la relación conmigo mismo.

En efecto, como dice Stephen Covey en su libro “los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, será entonces importante “afilar el hacha” para poder sostener nuestra efectividad en los diversos ámbitos en los que estoy involucrado y comprometido.

Como dice el refrán “Si queremos obtener resultados que nunca tuvimos, deberemos hacer cosas que nunca hicimos”.