Disfrutar la crisis
Existen ciertos condicionamientos que nos hacen, ante un mismo evento, reaccionar en forma realmente divergente. Las personas que se liberan de estas tiranías internas y aprenden a observar y decidir, asumiendo el costo de cada elección, comandan su futuro sin sacudirse demasiado por las crisis ni la abundancia.
Cuando hace dos años me senté en la cama de hospital dónde se recuperaba un amigo que había intentado suicidarse, escuché una respuesta inesperada a mi pregunta por su accionar: “no tenía opción”. Hablando con su mujer me enteré que hacía meses soportaba una presión grande en su trabajo, viéndose forzado a realizar acciones opuestas a su ética bajo amenaza de despido. Ocupaba una gerencia y mantenía un muy elevado nivel de vida (este era el verdadero opresor).
Una semana atrás lo recordé al conocer a un exitoso consultor. Después de una larga charla, me comentó haber perdido una fortuna en una de las crisis argentinas y, como hombre de palabra, no se refugió en la quiebra, sino que trabajó hasta pagar sus deudas. Cuando terminó, diez años más tarde, sintió una realización que, por su expresión, creo que pocos conocemos. Como si no alcanzara, me confesó que habían sido años realmente felices, porque se acercó mucho más a su familia y afianzó valores internos que lo volvieron a depositar en su lugar notablemente influyente, pero con un semblante más calmo y amable.
Algunos maestros vienen en frasco chico y saben tomarse su tiempo.
Estas historias son los extremos de una recta en la que nos movemos a diario en trabajos y relaciones. Y, por cierto, tanto la actitud de mi amigo como la del consultor, son sólo consecuencias de sus propias percepciones.¿Cuál es la diferencia entre un extremo y otro? La persona que dice no tener opción, mantiene su visión en un punto único permanente hacia el cual avanza. Se parece a un caballo de carrera con anteojeras. Las dos características que lo definen son:
- Velocidad
- Un único punto de visión
Para lograr el efecto opuesto, debemos detenernos y girar sobre nuestro propio eje, alcanzando una visión 360°. Cuando hacemos una pausa, tomamos distancia y analizamos, las posibilidades son tan abundantes que escapan a nuestra capacidad de realización.
Pero existen trampas que nos impiden llegar a ese punto de descanso lúcido. Las más representativas:
- No tenemos el hábito. Hemos aprendido que pensar opciones libremente es peligroso para nuestro futuro. Hacer algo que verdaderamente sientes, te haría perder la posibilidad de ganar un conocimiento útil o incorporar un amigo influyente a la libreta del iPhone (¡nada más falaz!).
- No tenemos tiempo. En el trabajo o en la universidad siempre hay mucho más por hacer y el momento actual jamás es un instante de realización (objetivo único y necesidad de velocidad).
- No tenemos valor. Para ser personas saludables y conformes con nuestra vida, necesitamos no ceder ante ciertas realidades superfluas a las que nos hemos acomodado (para mi amigo era la supuesta pérdida de su status y nivel de vida).
Y destaco la palabra "superflua", porque como no se de detuvo a pensar en ningún momento, nunca supo si existían mejores opciones fuera de su corto espectro visual.
Las personas que se liberan de estas tiranías internas y aprenden a observar y decidir, asumiendo el costo de cada elección, ya no son hojas a merced del viento y pueden comandar su futuro, sin sacudirse demasiado por las crisis ni la abundancia. Además, son personas más felices que, al fin y al cabo, es el único objetivo que no podemos dejar de perseguir.