“Si quieres innovar en educación, comienza por innovar la evaluación”
Ratifico ese concepto porque si cambiáramos nuestra forma de evaluar, otros serían los resultados de aprendizaje de los estudiantes. Me refiero específicamente a la evaluación de los aprendizajes. Aprobar una prueba, un examen, incluso con altas calificaciones, no me asegura que hubo aprendizaje auténtico, perdurable, útil para la vida. En mi profesión docente de aula, hace aproximadamente unos ocho años que no tomo evaluaciones escritas al estilo tradicional. Tal como expreso en las últimas páginas de mi primer libro: “es imprescindible encontrar nuevas formas de evaluación en aulas heterogéneas y diversas, si aspiramos a una educación de calidad y, una inclusión con calidad.
La evaluación es un componente curricular a revisar en las escuelas, con el fin de salir de las rutinas instaladas; alejarse del “estudiar para la prueba”; “…tomen nota que esto lo incluyo en el examen” y “aprobar” más que aprender. El enfoque tradicional que predomina, es “recoger información, mediante pruebas estandarizadas”.
¿Por qué innovar en evaluación?
“El tiempo de la evaluación es el de innovar, intentar, atreverse, el de reconstrucción de las prácticas educativas/evaluativas (…) es el tiempo de tomar decisión, de profesores comprometidos, de estudio, de discusión colectiva, de preparación de calificación profesional”. (un fragmento de Hoffman, 2010, en NIC, p. 33)
De nada vale que innovemos en las estrategias didácticas de enseñanza y de aprendizaje, si no innovamos en evaluación. La evaluación tradicional es la que se caracteriza por ser individual, igual para todos, en un tiempo y espacio idéntico. Es exclusivamente sumativa y de resultados. Yo apelo a correrse de la transposición didáctica de la que participa y dejar la visión de la evaluación estándar -igual número de notas, de pruebas, de promedios-. Apelo también, a una evaluación formativa, con retroalimentación, autoevaluación y coevaluación, centrada en la observación, la entrevista individual y grupal. La evaluación formativa concibe la evaluación desde su función reguladora; identifica fortalezas y debilidades en el aprendizaje, con posibilidades de revisar y modificar esos procesos de aprendizaje. Pido, asimismo, que se otorgue más importancia a las prácticas innovadoras y que se la diferencie de la acreditación, porque es más que una nota o calificación. Es evidente que la evaluación está en el centro de la escena áulica y debe ser revisada.
Desde hace muchos años investigo sobre evaluación y mi Tesis en la Licenciatura en Gestión de Instituciones Educativas, presentada en agosto de 2014, en la Facultad de Desarrollo e Investigación Educativos, de la Universidad Abierta Interamericana de Buenos Aires, la titulé:
“La evaluación de los aprendizajes en la escuela secundaria actual”. Las prácticas evaluativas se alinean con los modos de enseñar.
A partir de la página 30 de mi Tesis, planteo los aspectos a considerar para mejorar la evaluación de los aprendizajes y abordo la evaluación desde una concepción integradora por su función pedagógico-didáctica. Es decir, hace posible la integración de la unidad enseñanza-aprendizaje-evaluación.
Desarrollo, además, la idea de la evaluación desde una perspectiva alternativa, basada en Anijovich (2009).