El robo de ideas

Yo creo que cuando uno se “apropia de una idea”, es casi imposible robarla y por lo tanto el miedo, pese a ser tan común, es completamente infundado.

Para que entiendan por qué digo esto hay que diferenciar entre “que se te ocurra algo” y “tener una idea”. Si se te ocurre algo, por ejemplo “vender insumos de oficina por internet”, y se lo contás a alguien, después de una charla de 5 minutos le transmitiste a esa persona todo lo que sabías de tu propia creación.

En ese caso, quien te escucha ya está en las mismas condiciones que tú para emprender y sacar provecho de esa idea. Robarte parecería algo fácil. Pero a mi modo de ver,esa persona no te robó nada, simplemente porque no tenías nada como punto de partida. Si todo lo que sabés de tu idea puede ser transmitido en una charla de 10 minutos, no “tienes una idea”. Simplemente “se te ocurrió algo”.

Es distinta la cosa cuando uno es empleado, pero al ser emprendedor, uno TIENE una idea cuando se la apropia. Una idea se apropia con una patente (en un número muy pequeño de casos) o, más normalmente, trabajando muy duro en entender tanto como sea posible en el proyecto que esa idea genera.

Veámoslo en el caso de Officenet. Andy Freire y yo tuvimos la idea de “vender insumos de oficina a empresas por catálogo e internet”. En ese momento teníamos 24 años y ninguna experiencia en conducir una empresa o en esa industria particular. Si se lo hubiéramos contado a alguien estabamos muy expuestos a que otro llevara el proyecto adelante.

Pero antes de hablarlo con nadie decidimos apropiarnos de la idea: trabajamos durante meses en entender el mercado, definir cuál era la mejor manera de atacarlo, armar un plan de acción, proyecciones financieras, etc.

Al momento de sentarnos a hablar con otros, en nuestro caso los potenciales inversores, podíamos responder desde las preguntas más macro (cuáles son las principales empresas de este rubro en el mundo, cómo operan, cómo es un patrón de expansión internacional, etc.) hasta los mínimos detalles más micro (cuántos pedidos entrega una camioneta en una hora en áreas urbanas y suburbanas, qué grosor tiene que ser la caja de cartón del depósito para que aguante bien el peso pero no gastar de más innecesariamente, cuántos empleados de facturación harían falta en un año, en tres y en cinco, etc.). Por supuesto que no todas las respuestas que teníamos eran perfectas, pero al menos estaban sólidamente fundadas en nuestro trabajo de investigación.

Todo ese conocimiento estaba plasmado en un plan de negocios, en unas proyecciones financieras y en un manual de procesos de negocio que tenía más de 180 páginas cubriendo cómo la futura empresa debía manejar cada aspecto del negocio.

Llegada esa instancia, nosotros podíamos contarle a cualquiera nuestra idea. Decirle a alguien que se nos ocurrió “vender insumos de oficina a empresas” no transmitía ni el 0,1% del conocimiento que teníamos del tema. Si alguien al escuchar eso pensaba que podía robarnos la idea me hubiera causado gracia. Porque en ese momento sí, TENIAMOS una idea. Era nuestra. Era muy difícil, sino imposible, de robar.

El objetivo de quien tiene una idea es llegar a ser la persona ideal para llevar esa idea adelante. Después de todos esos meses de preparación, sentados frente a los posibles inversores, si hubieran tenido malas intenciones el dilema de ellos era: ¿trato de conseguir una persona mejor para conducir el proyecto?

Nosotros habíamos logrado elevar la vara al punto en que encontrar alguien mejor no era imposible, pero sí bastante difícil y seguramente atraer a alguien así le costaría al inversor mucha más plata que este par de chicos jóvenes inexpertos, pero trabajadores, tenaces y hambrientos de intentarlo. La ecuación sin duda daba a nuestro favor. Ya no sólo robar la idea era difícil, era posiblemente inconveniente.

Resumiendo, si se te ocurrió algo y tienes miedo de que te lo roben, entonces no tienes nada. Apenas un embrión sobre el que trabajar duro para, tiempo después, TENER una idea. Hecho ese trabajo a conciencia no hay nada que temer.