Inteligencia emocional para mentores.

Recuerdo que pase muchos años con un intenso dolor en el pecho, a pesar de que me había hecho exámenes y me reviso un facultativo, no encontró nada fisiológico, determino que lo mío era un dolor emocional, o sea estrés.

No ayudó mucho el diagnóstico, y mucho menos en aquel entonces donde la relación entre emociones y enfermedades prácticamente no existía en el ámbito de la salud, por lo que, una vez más, me centre en el auto aprendizaje, es decir, descubrir mi malestar por mis propios medios.

Después de algunas investigaciones, entre las que estaba los trabajos de Fritz Perls, con su terapia gestal, el análisis transaccional de Eric Berne, la escala de necesidades de Abraham Maslow y la somatización de las emociones de Horwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, me enteré del origen de mi malestar: estrés.

Si estrés, que según Hans Seyle, se puede traducir como respuesta, y me enteré, a través de las estadísticas de aquel entonces, que el 95% de la población mundial, sufría de eso, bueno, a partir de ese momento, me sentí menos sólo.

Ya con todo el bagaje científico, estadístico, psicológico y filosófico, me aboque a la tarea de diagnosticarme y, por supuesto, curarme ese malestar. Comencé en el último lugar que me quedaba por explorar: mi mundo interior, y descubrí que el dolor en el pecho aparecía cuando me daba cuenta que me manejo un defecto, y que éste se agudizaba cuando menos lo aceptaba.

Corría el año 1996, y me encontré con el libro famoso de Daniel Goleman: Inteligencia Emocional, y ese fue la pieza que me faltaba para armar mi rompecabezas, comencé a ser más inteligente emocionalmente, y puse en práctica el primer paso para incrementar mi coeficiente emocional: Aceptación, claro que por mi experiencia, este fue el segundo paso, dado que el primero era el diagnóstico, pero al poner en práctica la aceptación, no es que el dolor desapareció, sino que yo podía hacer que apareciera o desapareciera, cuando aparecía era porque no era consciente de esa represión que tenía de no aceptar su origen.

Como mentor, a partir del año 2001, le di mucha importancia a la inteligencia emocional, porque veía en mis mentorados que el obstáculo que se anteponía hacia a la concreción de su meta u objetivo, estaba en su parte emocional, y esta energía contribuía a crear creencias limitantes en las neuronas para seguir existiendo.

Inteligencia emocional para mentores, este es el próximo reto para formar un ser humano más perfecto, un mentorado con una personalidad más estructurada en base a virtudes que a defectos o limitaciones, hoy las organizaciones no se centran tanto en las competencias técnicas en los candidatos a un puesto, sino en sus habilidades humanas, como dice Alfonso Alcántara: Un empresario me dijo que él no quería contratar camareros, quería contratar personas que sepan sonreír, y él les podía enseñar a atender las mesas.

Como mentor, en general, me baso en la historia de mi vida, o menor dicho, en las historias de mi vida, eso le ha dado fuerza a mi profesión, porque cuando guío, no lo hago desde el intelecto o desde un libro, sino desde la experiencia, que es el contenido, y claro esta: las estadísticas, lo científico, lo psicológico y lo filosófico, forman parte del envase.