EL REGALO DEL GRAN QUIRÓN A UN MENTOR

EL REGALO DEL GRAN QUIRÓN A UN MENTOR

¿Cómo comenzó mi encuentro con el gran Quirón?

Fue una mañana de un día cualquiera en la ciudad de Caracas. Tengo la manía que enciendo la TV cuando estoy en la habitación, ese día mientras terminaba de organizar mis cosas para irme a trabajar, escuché a una mujer que hablaba sobre un personaje de la mitología griega: Quirón. En ese momento me detuve y miré la pantalla de la TV, alcancé a escuchar que su nombre es Carola Castillo. Continúo viendo la entrevista y la hermosa mujer comienza a asociar el Quirón con nuestras heridas y el rol del sanador herido, desde ese día comenzó un nuevo camino para mí.

La historia de Quirón ha sido un tema que todavía hoy me apasiona. Algunos se pueden preguntar: ¿Quién fue Quirón?

A continuación, les voy a compartir información que he ido recabando a lo largo de estos años.

En la mitología griega, Quirón, fue un centauro, una criatura fantástica y poderosa, sumamente sabio, tenía aspecto humano hasta la cintura, y de allí para abajo, de caballo. El rasgo que le hizo especial radicó en que, a diferencia de los de su especie, él era muy inteligente, atento, respetuoso y amigable.

Hizo de educador con los héroes: Jasón, Acteón, Eneas, y de algunas personalidades: Asclepio, dios de la medicina, el filósofo Jenofonte, instruyéndolos sobre diversas áreas en las que se especializó: música, medicina, arte, cirugía, moral, caza, entre otras. También Aquiles, Eneas, Esculapio recibieron sus recomendaciones y se dejaron guiar por su modelaje para vivir situaciones diarias, es decir, que Quirón también hizo de coach, mentor y facilitador.

¿Cómo comienza la historia de Quirón?

El dios Cronos se enamoró perdidamente de Filira (hija de Océano y de Tetis) ante su acoso obsesivo, la ninfa pidió a Zeus que la convirtiera en yegua para así, disuadir las intenciones de Cronos, pero éste, percatado de la acción de Filira se convirtió en caballo para poseerla. De esta unión nació Quirón, mitad hombre, mitad caballo.

Filira al ver el fruto de su vientre, después de un tortuoso parto, le pide a Zeus, que la convierta en tilo, para así no tener que amamantar a semejante criatura y lo abandona. A la sombra de este árbol y protegido por su padre adoptivo Apolo, crece Quirón bondadoso y sabio, interesado en la poesía, la escritura, y, sobre todo, en las ciencias curativas; la medicina y sus remedios, proporcionando alivio al débil y fuerza espiritual, al que se acerca a la muerte.

Un día, Quirón fue herido accidentalmente por una flecha envenenada con la sangre de la Hidra, que disparó Heracles (Hércules), su amigo, en una lucha con otros centauros.

Quirón queda lastimado en una de sus patas, es decir, en la parte animal de su cuerpo biforme (el que tiene o posee dos formas). Vivió con su herida física que lo acompañaba siempre, también, adicionalmente tenía una herida emocional: el abandono de su mamá. En su día a día, Quirón vivió con sus heridas del cuerpo y del alma. Al ser inmortal, estaba condenado a un dolor eterno, fue capaz de llevar con dignidad sus heridas, eso lo hizo más sabio y lo llevó a aprender sobre la naturaleza del dolor, se convirtió en el más grande de los sanadores de la mitología griega, conoció el dolor y sufrimiento.

Al igual que Quirón tenemos heridas que nos acompañan durante nuestra vida. Con mis mentores he ido aprendiendo que me puedo quedar lamentándome de mi dolor y dirigiendo mi rabia contra los demás, o con ellas puedo escribir grandes historias.

A Quirón lo han llamado el sanador o curador herido, sus heridas lo acercaron al sufrimiento de los otros, otorgándole la sabiduría que proporciona el entendimiento y la aceptación de los propios dolores físicos y emocionales. Algunos estudiosos han señalado que la raíz de la palabra quirófano viene de Quirón, el que procura el bien del otro, el que tiene la capacidad de curar, con las manos, el dolor ajeno.

Aprendí con Carola Castillo que, al igual que Quirón nosotros también tenemos heridas, son esas heridas “sagradas”, hoy las cuido y las honro, son las que me permiten acompañar a otras las personas. Como Quirón, me he ocupado de sanar mis heridas, en algunos momentos duelen más y en otros, un poco menos.

En el rol de Mentor es importante vivir nuestra historia valorando cada experiencia que vamos teniendo. En algunos casos quedan heridas, que se convierten en “sagradas”. Gracias a ellas hemos impulsado nuestra vida y descubrimos el tesoro de los aprendizajes y que nos llevaron a construir nuevas realidades.

El dolor de Quirón también tuvo un fin. Hércules, al ver el sufrimiento de su amigo y maestro, se propuso encontrar a la muerte para liberarle. Así, encontró a Prometeo, un Titán encadenado al Cáucaso por Zeus como castigo por haber dado el fuego a los hombres. Cada día, un águila devoraría sus entrañas, que luego volverían a crecer, así hasta que alguien se apiadase de él y aceptase morir en su lugar. Quirón tomó su lugar, muriendo y liberando a Prometeo de semejante castigo y liberándose del propio. Como recompensa por sus actos, Zeus lo colocó en los cielos como la constelación de Sagitario. Para mí, fue un acto de amor con Prometeo impulsado por un acto de amor con él mismo. 

En Oriente existe un viejo adagio que dice: “Cuando el alumno está preparado aparece el maestro”. Desde mi mirada creo que no solamente tiene que ver con la preparación del alumno, sino también con la preparación del maestro desde su propia historia; cómo la vivió y la vive en la actualidad.

Para un mentor el haber transitado su historia con dignidad y enfrentado sus dolores, le permite respetar al mentorado, porque conoce el camino en el viaje sagrado de la vida en que él está y va a poder transitar. Acompañar a un mentorado es un acto de amor con el otro y además es un espacio en el que nuestra esencia como mentor se expande.

El gran Quirón ha sido uno de mis grandes aliados, me ha mostrado que renunciar a mis heridas sería dejar a un lado la historia que me lleva con pasión a vivir mi hacer de mentor, facilitador y coach.

Hoy hago de un sanador herido que lleva con dignidad sus heridas “sagradas”.

Tengo muchas historias que contar sobre cómo mis heridas han agregado valor a mi vida y a los otros. Acompañando a un mentorado puedo también abrir el espacio para reconocer y honrar sus heridas, desde el adulto que es cada uno, ya que conozco las mías y las cuido.

La vida nos muestra grandes desafíos; cómo vivirlos será siempre nuestra decisión, para capitalizar los aprendizajes y tener experiencias que nos conecten con nuestra sabiduría individual, que luego podrá estar al servicio de uno o varios mentorados.

¿Cuáles son tus heridas “sagradas”? ¿Cómo estás cuidando tus heridas “sagradas”? ¿Qué valor le generan tus “heridas sagradas” a tu hacer de mentor?