El fraude y otras amenazas al sistema financiero latinoamericano
La idiosincrasia, conjuntamente con las costumbres y realidades históricas de los países latinoamericanos; constituyen el punto de partida y diferenciador en la construcción de los planes antifraude a ser implantados por cada una de nuestras organizaciones en el futuro inmediato. Pretender asumir erróneamente como propias, las mejores prácticas de negocios propuestas por organizaciones foráneas, pudiera abrir paso a discrepancias operativas, a nuevas acciones fraudulentas y hasta fomentar la aparición de incipientes amenazas de riesgo en la organización. En materia de planes antifraude, no basta con adecuar las recetas de terceros, ya que cada organización y cada país, requiere de metodologías ergonómicamente dispuestas para cada entidad.
Uno de los aspectos que debemos tomar en consideración dentro del sistema financiero latinoamericano, ha sido el impacto casi imperceptible que en términos generales produjo la reciente crisis financiera ocurrida en los Estados Unidos de Norteamérica. A pesar de la estrecha relación que existe entre la economía americana y el resto de países del continente, sus secuelas no se manifestaron en epidemias sistémicas o daños severos para el resto de las economías latinoamericanas, lo cual evidencia el alto grado de regulación y supervisión que las superintendencias bancarias han emprendido a lo largo de los últimos años, haciendo de nuestras instituciones, entes menos vulnerables a los embates de la económica y a los propios cambios socio políticos del hemisferio.
Sin embargo, los riesgos a los cuales se encuentra expuesto el sistema financiero latinoamericano han evolucionado en múltiples direcciones y con diversas connotaciones de probabilidad e impacto patrimonial. El fraude electrónico y la legitimación de capitales, constituyen las principales modalidades de operación transfronteriza que han alcanzado un alto grado de especialización y desarrollo. Existen adicionalmente, otras vulnerabilidades que impone el entorno regional, las cuales van a variar en atención al marco legislativo vigente en cada nación, la complejidad de las operaciones y servicios de la banca, su relación con el mercado de capitales, las acciones correctivas asumidas por los gobiernos, el papel de los auditores externos e internos y los mecanismos de control emprendidos por cada institución.
Las actividades se supervisión acometidas por las superintendencias u organismos reguladores de cada país, requieren de propuestas integradas en armonía con la gestión emprendida por los entes supervisores del mercado de capitales y del sector asegurador, a fin de minimizar la proliferación de actividades fraudulentas cruzadas y de mayor complejidad operacional. Es allí donde los planes de auditoría desarrollados en el futro cercano, deben tomar en consideración las potenciales amenazas sobre el sistema financiero local e internacional, la adecuación tecnológica a las nuevas prácticas fraudulentas, la administración de procesos bancarios críticos, la construcción de planes de continuidad del negocio e innovar con mayor frecuencia en las prácticas internas de revisión y monitoreo.
La visión sistémica del control interno bajo la perspectiva de COSO, los aportes emanados de los acuerdos de Basilea, la gestión Integral del riesgo (ERM), los lineamientos de Compliance y buen Gobierno Corporativo, constituyen la piedra angular para la confección de planes ante todas estas amenazas; pero de igual forma, urge que nuestros auditores y oficiales de cumplimiento adopten prácticas de revisión acordes a escenarios de alta exposición al fraude tanto interno como externo. Debemos asumir un papel protagónico dentro de la organización a través de recomendaciones que permitan dar continuidad al negocio, materializar el plan estratégico de nuestras instituciones y minimizar el potencial impacto de las actividades fraudulentas; para ello, debemos madurar la necesidad de incorporar revisiones internacionalmente integradas para una banca cada vez más globalizada; de no ser así, el fraude y otras amenazas al sistema financiero latinoamericano habrán ganado una batalla que desconoce de fronteras, idiomas y nacionalidades.