El liderazgo y los extremos

El liderazgo y los extremos

Muchas veces cuesta motivar al personal. Realmente no se encuentran claves. Los directivos contratan especialistas y organizan fiestas con payasos, sin embargo la clave podría estar en encontrar el tono justo para el liderazgo, más que en hallar el remedio que pueda aplacar el síntoma.

Hace poquitos años, unos científicos llamados Bolino y Turnley, descubrieron algo bastante polémico. Realizando un estudio en empresas hallaron que la iniciativa individual, estaba relacionada con la sobrecarga de trabajo, el estrés e, incluso con los conflictos entre familia-trabajo. Al aumentar estos últimos, aumentaba aquélla. ¡Vaya controversia!

Y qué tremendas consecuencias. Imaginemos a un empleado con poca iniciativa, apático, que deja pasar los problemas sin resolverlos y se levanta a comer cuando un cliente se encuentra desesperado al otro lado del teléfono. ¿Debemos sobrecargarlo de trabajo, estresarlo y generarle un problema con su familia? La respuesta es claramente “no”, pero lo interesante de este hallazgo es que termina de derribar falsos preconceptos para cada una de esas tres esferas de acción:
- La mejor manera de encaminar a cualquier persona a mi cargo (empleados, hijos, futbolistas) es mostrándome laxo, compañero y sin imponer reglas.
- Una persona no tiene iniciativa, porque no tiene tiempo para ello debido a la cantidad de tareas pendientes
- Mi empleado no resuelve problemas, pero se debe a que su mujer le hace un escándalo cada vez que llega tarde a casa.

De aquí no debe resultar un manual de coerción. La sobrecarga laboral y, sobre todo, el estrés son real y ciertamente perjudiciales para la salud de las personas y terminan generando más gastos que beneficios. Ni hablar de cómo afectan los conflictos familiares a la productividad.

El descubrimiento de los estudiosos de la administración advierte en verdad sobre la responsabilidad del líder de un grupo. La capacidad de mando se parece bastante a un cuerpo humano funcionando saludablemente. Si al estar de pie una persona tensa en exceso sus músculos, contrae la mandíbula, frunce el seño y aprieta el estómago, gastará energía innecesaria y padecerá trastornos en el mediano plazo. Si, por el contrario, se relaja por completo, caerá al suelo desmayada y terminará en una ambulancia. Para cada actividad, el cuerpo necesita un tono determinado: más laxo para dormir, más tenso para correr. La dirección de un equipo también necesita un tono justo, ni excesivamente relajado, ni tan rígido que impida respirar.