El Capital Social
Algunas Aproximaciones
A partir del análisis aportado por el Banco Mundial, pueden registrarse cuatro formas básicas de capital:
• El natural: constituido por la dotación de recursos naturales con que cuenta un país.
• El construido: generado por el ser humano que incluye diversas formas de capital, como puede ser infraestructura, bienes de capital, financiero, comercial, etc.
• El humano: determinado por los grados de nutrición, salud y educación de su población, y
• El social: que viene a sumarse recientemente a través del avance de las investigaciones de las ciencias del desarrollo.
Según Bernardo Kliksberg, algunos estudios adjudican a las dos últimas formas de capital, un porcentaje mayoritario del desarrollo económico de las naciones a fines del siglo XX. Indican que: allí hay claves decisivas del progreso tecnológico, la competitividad, el crecimiento sostenido, el buen gobierno y la estabilidad democrática.
¿Qué es, en definitiva, el capital social?
El campo no tiene aún una definición consensuadamente aceptada. En realidad es de reciente exploración y se encuentra en plena delimitación de su identidad, de aquello que es y de aquello que no es. Sin embargo, a pesar de las considerables imprecisiones, existe la impresión cada vez más generalizada que, al percibirlo e investigarlo, las disciplinas del desarrollo están incorporando al conocimiento y a la acción, un amplísimo número de variables que juegan roles importantes en el mismo, y que están fuera del encuadre convencional.
En las últimas tres décadas, este campo ha contado con importantes contribuciones académicas como las de Bourdiau, Hirschman, Coleman, Putman, Fukuyama, Lin y el propio Kliksberg.
Para Bourdiau, el capital social puede considerarse como: “el agregado de recursos actuales y potenciales que están vinculados a la posesión o acceso a una red permanente de relaciones más o menos institucionalizadas de mutua aceptación y reconocimiento”.
Por su parte, Hirschman nos habla en tal sentido de la “energía social” residente en la “capacidad de acción colectiva”, que genera recursos que pueden incrementarse con su uso, pero también pueden decrecer, debido a su falta de uso o amenaza de la agresión que refuerza el individualismo.
Coleman identifica al capital social como:”aquella capacidad de las personas para trabajar en grupos, en base a un conjunto de normas y valores compartidos”, atribuyendo a la capacidad personal de relacionarse y a las expectativas de reciprocidad y comportamiento confiable, la base de sustentación para su desarrollo.
Putman aporta la noción del “grado de asociatividad entre los mismos y el respeto a las normas de comportamiento cívico que contribuyen a la promoción y el mantenimiento del bienestar colectivo”.
Fukuyama, define el capital social como: aquellas “normas y valores compartidos que promueven la confianza y la cooperación social”.
Para Lin, desde su enfoque estructural, es identificado como: “un activo colectivo que está implícito en las relaciones sociales y que puede ser promovido o restringido por dichas relaciones, en base a los valores existentes en el colectivo social”.
Kliksberg aporta los “valores de la confianza interpersonal, la capacidad de asociatividad, la confianza cívica, y los valores de la ética como componentes claves del concepto de capital social”.
Por último, del conjunto de investigaciones destinadas a registrar el verdadero impacto del capital social en acciones objetivas, y su correlación con el desarrollo, se destacan los aportes de Kanack y Keefer, quienes midieron económicamente las correlaciones entre confianza y normas de cooperación cívica y crecimiento económico, en un amplio grupo de países y encontraron que los primeros presentan un fuerte impacto sobre el segundo. Asimismo, su estudio indica que el capital social integrado por esos dos componentes, es mayor en sociedades menos polarizadas en cuanto a desigualdad, y diferencias étnicas.
Construyendo valores
¿Puede ser sustentable la Responsabilidad Social Empresaria sin la reconstrucción de confianza entre las empresas y sus grupos de interés clave?
El concepto de sustentabilidad nos lleva inexorablemente al plano temporal en el que la eficiencia de una estrategia se implementa, y en tal sentido, cualquier programa de Responsabilidad Social Empresaria será sustentable en la medida que se genere una nueva calidad de vínculos entre todos los actores involucrados.
Así, por ejemplo, la conducción de las empresas deberá ser capaz de construir vínculos de confianza con todos los actores clave, y esto será posible sólo en la medida que demuestre a las claras que los valores que subyacen a las estrategias adoptadas son compartidos y valorados por los otros actores de la sociedad.
Siempre existen algunos interrogantes relacionados con la estrategia que pueden ayudarnos al establecimiento de algunas pautas básicas que nos permitirán verificar su consistencia.
Repasemos algunas preguntas en cuanto a las estrategias y sus acciones:
• ¿Las estrategias se adoptan por propia convicción de su conducción, por insistencia de sus casa matrices o para no quedar en desventaja frente a sus competidores?
• ¿Las acciones que integran esta estrategia resuelven aspectos básicos de la dimensión interna de la organización y su comunidad, o saltan este paso esencial siendo destinadas a mejorar el posicionamiento y la imagen corporativa?
• ¿Las acciones son de bajo costo y alto impacto y visualización, o requieren una inversión considerable con el foco puesto en la contribución de la resolución de las dimensiones causales de los objetivos abordados?
Aunque parezca obvio, la respuesta honesta a cada uno de estos interrogantes nos aproxima con bastante objetividad a verificar la consistencia con que las organizaciones están llevando adelante sus acciones en esta sensible disciplina.
Los actores clave, que ejercen algún grado de influencia o dependencia sobre las acciones de la empresa y sobre sus objetivos, responderán favorablemente en la medida que verifiquen coherencia entre valores y estrategias, y entre estrategias y acciones socialmente responsables.
Generar entonces, espacios de confianza y valor en los que la empresa pueda desempeñarse en la búsqueda de una competitividad sistémica, resulta imprescindible para su desarrollo sostenible y el del entorno en la cual opera.
Autor: Lic. Fernando Esteban Passarelli
Coordinador del Programa Valor, RSE + Competitividad
AMIA – BID Fomin - (19 de Julio de 2012)