Liderazgo: una vuelta de tuerca sobre el feedback
Si se dice que “el que trabaja se equivoca”, por qué muchas veces nos es tan difícil aceptar cuando nos equivocamos o cuando un colaborador lo hace ¿Por qué la equivocación tiene tan mala prensa? Estamos de acuerdo en que hay equivocaciones pueden producir daños importantes...
Pero de no ser las de esa categoría, la mala prensa se relaciona con cuestiones culturales, ya en lugar de incorporar el error como una parte más del proceso de aprendizaje, desde temprana edad se hace hincapié en que equivocarse es algo malo.
Todo el sistema educativo sostiene de manera tácita esta creencia, que posteriormente se traslada al mundo del trabajo. Entonces, cuando llega el momento de decirle a un colaborador que se equivocó en algo ¿Cómo damos feedback basándonos en la creencia de que equivocarse es algo “malo”?
Claro que a todos nos gusta recibir felicitaciones, pero aunque no sea tan agradable, aprendemos más de los errores que de los aciertos. Uno de los motivos radica en que el error nos obliga a una detención. Invita (otras veces nos exige) una revisión de lo que hicimos, precisamente para discernir en qué nos equivocamos, reflexionar cómo necesitaríamos actuar para que no vuelva a ocurrir lo mismo, trazar un plan y para todo esto necesitamos la ayuda de otra persona.
¿Cómo puede ayudarnos? Dándonos feedback, y que otra cosa es dar feedback sino ayudar a que un colaborador se encuentre con la oportunidad de aprender algo nuevo, ya sea sobre sí mismo o sobre los clientes o un proceso de la compañía.
¿Se puede decir que hay un feedback “negativo” y otro “positivo”? No en esos términos, es decir lo negativo o positivo no está determinado el contenido sino por la manera en la que comunica.
Por eso, si partimos de la creencia que el feedback siempre es una oportunidad para ayudar a otros a conocerse mejor, es más probable que lo brindemos como un hecho positivo en sí mismo (más allá del texto y de los resultados).
Y por supuesto, si lo entendemos de esta manera, se planteará un escenario que no apele a la culpa y sí que convoque a la responsabilidad, como un encuentro entre dos personas adultas donde el marco es el respeto, en otras palabras dándole otra vuelta de tuerca.