La RSE, ¿es una manera de hacer o una manera de ser?

 Las brillantes exposiciones ya habían finalizado cuando el moderador se dispuso a leer las preguntas de la audiencia destinadas a los panelistas. La primera de ellas fue de un joven que solicitó la opinión al empresario Gustavo Grobocopatel sobre el siguiente punto relacionado con las conductas éticas: ¿se puede ser mejor empresario que persona?

El empresario, con una sonrisa que denotaba obviedad, hizo un gesto que dejó las cosas muy claras. Este episodio se produjo en un evento real sobre RSE y todos los presentes fuimos invitados una vez más a pensar que la RSE es una manera de ser más que de hacer.

Está claro que se registra desde hace un tiempo una marcada y sostenida tendencia que va desde el autismo empresario hacia la “conveniencia de la RSE”, pero si esta conveniencia no cristaliza en un tiempo adecuado en una “convicción profunda”, la RSE será finalmente un modelo sin sustento.

Uno de los desafíos más grandes para todo hombre y mujer en nuestros tiempos yace en el desarrollo de una nueva conciencia en la que valores superiores y no la cultura prevaleciente ni la propia experiencia de vida sean la base para las decisiones de la vida cotidiana.

Según la bibliografía disponible se define “conciencia” al testimonio dado de la propia conducta por la conciencia, es aquel proceso de pensamiento que distingue lo que considera moralmente bueno o malo. Una buena conciencia alabará lo bueno, y condenará lo malo, y así, impulsará al hombre que la posee a hacer lo primero y a evitar lo último.

En definiciones aportadas por materiales etimológicos, la palabra conciencia proviene del término griego suneidesis, cuyo significado sería, como se acaba de decir, ser testigo de uno mismo. Es el testimonio de la propia conducta hecho por la conciencia.

Es el resultado y el efecto de la creencia y de las enseñanzas que han sido recibidas desde el primer día en que uno nació. Es el proceso de pensamiento que distingue lo que considera moralmente bueno o malo. Es la facultad de la mente que considerando ideas sistemáticamente, permite separar la verdad del error, o lo bueno de lo malo. Está formada sobre la base de ideas, enseñanzas y creencias que se han practicado con suficiente consistencia para establecer un patrón, un hábito o una costumbre.

Todo hombre y mujer nace con la facultad básica de desarrollar discernimiento entre el bien y el mal, y con una propensión natural a querer el bien, y a evitar el mal.
Sin embargo, el desarrollo de esa capacidad en la vida se lleva a cabo a través de la educación, y es consolidada por la práctica sistemática y continua de las conductas.
Asimismo, todo hombre y mujer que desarrolla una vida dentro de un marco de razonabilidad en sus valores y conductas, aspira a alcanzar un estado de satisfacción interior.


“Cuando hablamos de estrategia, claramente nos estamos refiriendo a una manera de hacer, mientras que si queremos referirnos a una manera de ser, deberemos inexorablemente hacer eje en valores y es allí donde se pone en juego la integridad personal y organizacional, entendida como aquella coherencia entre el pensar, el sentir, el decir y el hacer”.

El deseo de progreso es una característica esencial de los seres humanos que desarrollan una vida que emana de una sana conciencia. Aquellos hombres y mujeres que han transformado favorablemente sus propias vidas y las de sus comunidades, lo han hecho a partir de una elevada aspiración de mejora y progreso en la época de la historia en que les ha tocado vivir.

Ahora bien, ¿cuál sería el significado de satisfacción y progreso para el hombre?
El diccionario de la Lengua Española dice que “satisfacción” es el estado de ánimo causado por lo que satisface. Agrado, complacencia.

Para ampliar el sentido, podemos ver que “satisfacer”, sería obtener o llevar a cabo el objeto de una aspiración, deseo o pasión.

Por otra parte, podemos ver que el concepto de “progreso” sería definido como la acción de ir hacia delante, acción y efecto de crecer, o de perfeccionarse, en cualquier aspecto.

Reuniendo el sentido de ambas conceptualizaciones uno podría preguntarse ¿cuál sería el tipo de progreso que satisface al alma del hombre? ¿Todas las personas logran agrado y complacencia sobre la base del mismo tipo de progreso? ¿Cómo se mide el éxito y progreso en la vida de un hombre?

Habitualmente, el ser humano busca en esta vida todo aquello que le permita estar satisfecho, estar pleno, estar en paz consigo mismo, y en esa búsqueda intenta llenarse de logros que pretenden ser, en definitiva, la base de sustentación de dicha satisfacción en la cultura que impera en nuestros tiempos.

Sin embargo, la victoria de la Responsabilidad Social supone vencer en un escenario de lucha de clases, ya no entendida en su concepto tradicional de clases pobres que luchan con clases ricas por recursos y espacios sociales, sino la lucha de los que están dispuestos a cumplir sus objetivos a cualquier costo con aquellos que para los cuales los medios son tan o más importantes que los fines.

En esta arena, el abandono de ciertos espacios de confort para comenzar a reconocer al otro como alguien que merece una oportunidad, será lo que pondrá a prueba a cada uno y evidenciará las motivaciones más profundas.

Luciano Martín-Costa, reconocido periodista brasileño, compartió en una interesante exposición que al tener la oportunidad de tomar contacto con casi los 400 empresarios brasileños más trascendentes de dicho país para entrevistarlos y generar una encuesta sobre sustentabilidad, registró que más del 70% manifestaba una profunda insatisfacción por el estado en que se encuentraba su comunidad y el rol que ellos ejercían sobre la misma.

Es claro que ya no alcanza hacer lo que a uno le gusta, también empieza a ser capital el impacto de aquello que hacemos a partir de nuestra manera de ser.

Cuando hablamos de estrategia, claramente nos estamos refiriendo a una manera de hacer, mientras que si queremos referirnos a una manera de ser, deberemos inexorablemente hacer eje en valores y es allí donde se pone en juego la integridad personal y organizacional, entendida como aquella coherencia entre el pensar, el sentir, el decir y el hacer.