Intimidades de un gerente solitario

Intimidades de un gerente solitario

Mauricio es un gerente que se desempeña en un ambiente introspectivo, su centro de operaciones está en su computadora, sus planillas de cálculo, presupuestos. Tiene mucha dificultad para acceder a la planta, a las oficinas, conversar con clientes y proveedores. Siempre está ocupado en la soledad del poder o en reuniones de coordinación. Su grado de comunicación con sus subalternos es muy bajo, inclusive no cree en el trabajo en equipo; sí en las cifras, los balances y las estadísticas.

Para quien desee conversar con Mauricio, el acceso a este gerente solitario es muy difícil. Su secretaria siempre lo anuncia como alguien muy ocupado, en reuniones o preocupado por la planificación estratégica, lo que termina por aislarlo del mundo real.

El parece tener todo bajo control, las cifras así lo dicen, las planillas de Excel, los Tir y los van lo aseguran.

Este tipo de ejecutivo es muy común en el mundo corporativo.

Contrariamente a la idealización que se propone con frecuencia en el mundo de los negocios, la organización aparece frecuentemente como un lugar propicio para el sufrimiento psicológico, el tedio y, al mismo tiempo, la desesperación, no apenas en los niveles más bajos, como también en los niveles intermedios y superiores.

En un mundo esencialmente dominado por la racionalidad instrumental y por categorías económicas rígidamente establecidas, los hombres y las mujeres que pueblan las organizaciones, en la mayoría de las veces, son considerados apenas recursos, esto es, como cantidades materiales cuyo rendimiento debe ser satisfactorio, del mismo modo que las herramientas, los equipos y las materias primas. Asociado al universo de las cosas, las personas empleadas en las organizaciones se transforman en objetos. En algunos casos sólo acontecimientos extraordinarios hacen emerger su condición humana.

La paradoja más grande es que en el mundo de hoy, como nunca, existen mayores oportunidades tecnológicas y situacionales para comunicarse más y mejor. Mientras más sistemas de comunicación poseemos, más incomunicados estamos.

Mauricio está sumergido en la soledad del ejercicio del poder, quizá porque quiere o porque no puede cambiar las cosas.

Los gerentes como Mauricio desean cosas prácticas y rápidas. Han instalado lo económico, lo cuantitativo y a las organizaciones en el centro del universo. Nuestra sociedad parece haber olvidado el resto, todo lo que no es reductible a la formalización. Por otro lado, como todo recurso que se basa en un pensamiento externo y forzosamente crítico, puede siempre amenazar el orden organizacional establecido, o al mundo de las empresas que han preferido las visiones que le son menos incómodas.

Esta visión reducionista-manicista es la voluntad de asegurar un sistema de control de inspiración taylorista, cartesiana o burocrática que produce serios impactos perversos sobre las personas, y que comienzan a ser vistos como un recurso substituible y manipulable, incapaz de pensar y participar de la concepción del trabajo.

Esta mezcla rara, entre el no saber moverse en una sana administración del poder y el vivir en un mundo materialista-consumista basado en el tener, como el haber crecido en una familia con fuertes aprehensiones socioafectivas, hacen que Mauricio esté metido en un laberinto de difícil salida. Y así, hay muchos Mauricios que en definitiva están padeciendo y languideciendo en un insano tedio, en un horroroso y asfixiante aislamiento, que hacen de este mundo un lugar de contrastes dolorosos, en medio de oportunidades preciosas.

¿Tratamiento para esos ejecutivos?

Un potente rediseño personal sobre la base de comenzar a ser y olvidarse del tener, y desplegar una mirada positiva que defina como su mejor trabajo aquel que se inicia cuando deja de trabajar para sí mismo y empieza a trabajar para el resto, para otros, para los demás. Difícil, muy difícil; pero con un gran amor a la vida y a sí mismo, todo es posible.