El Capitan. Relatos de la Bitácora del Life Coach

El Capitan. Relatos de la Bitácora del Life Coach

El Capitán está sentado en la playa frente al Mar Caribe, solo, sobre un tronco olvidado por el tiempo que sirve de asiento, aceptó el llamado a la aventura; pidió la baja en la Armada y se mudo con su esposa e hija de 17 años a La Isla. No estaba conforme con lo que se estaba convirtiendo el servicio que tanto admiró. Política y corrupción no entraban en su esquema de valores, así que decidió comenzar algo diferente. Un nuevo comienzo, una práctica privada como ingeniero civil, y los recursos para comenzar una nueva vida.

Una villa con piscina privada con una maravillosa vista del mar en el este de la isla y un paisaje lleno de verdor. Los vestigios de fuertes y castilletes eran clara prueba de que una vez se tenía que proteger a la población de piratas y enemigos. Estos días los piratas habían retornado y estaban manejando el país. Así que decidió aceptar ese llamado y dirigir sus velas a otras aguas con la visión de lograr independencia, y libertad. La visión lo llevó a inscribirse en una certificación de Life Coaching que se dictaba en la Isla. Ahí fue donde nuestros caminos se encontraron, o mejor dicho, ahí fue donde tuve el privilegio de ser parte del Viaje Heróico del Capitán.

Últimamente, el Capitán había perdido certeza. Comenzó a cuestionar sus decisiones de mudarse a la Isla. Quizás no había sido una buena idea. Su esposa cuestionaba sus constantes cambios de emocionalidad. Sentimientos que lo llevaban de nuevo una y otra vez a cruzar la calle y sentarse en la playa. Solo, observando el cielo azul y sol caer, en completa soledad.

Fue un participante activo, siempre haciendo comentarios que permitían la reflexión y el aprendizaje de todos. Pero se sentía la sombra, el sentir que faltaba algo para lograr plenitud, respuestas a preguntas que no había tenido el coraje de realizar. Estaba contemplando irse de nuevo, esta vez a España- Allí podría comenzar de nuevo, pero, ¿cómo poder comenzar si no has terminado de comenzar donde estas? El conflicto lo estaba despedazando, y todo lo que podía hacer era escapar en soledad, a mirar el azul del mar y el sol caer sobre el Mar Caribe. Todos los días.

Tuvimos una breve conversación en la playa, más que una sesión de coaching, fue una de la que prefiero llamara sesión de expresión. Nos encontramos en Playa Guacuco, antes del amanecer, las condiciones eran de calma total, las olas estaban pequeñas, pero muy aptas para surfear con una longboard: glass aceite y tubular, como lo llaman los surfistas de la zona. Caminamos hacia la playa a ver salir el sol, haciendo su despliegue de luces ámbar mientras emergía sobre el Caribe. Cero destello verde, o la ciudad dentro del sol, sólo el efecto de la rotación de la tierra, y el magnífico show de luces que los elementos nos proveían, suficiente para que cualquiera pudiese pasar el swiche y sentirse bien. La vibra del capitán era neutra.

Así que me encontré en la vía de entrar en ese estado de presencia, de conectar nuestros campos, generando esa energía de intención para a contribuir, para guiar, para coachear.

“Corramos hasta la torre de salvavidas al final de la playa y de regreso, ok?” Eso fue todo lo que se me ocurrió en el momento.

Corrimos, dos hombres de mediana edad, fuera de forma, tratando de encontrarle sentido a las cosas, disfrutando del paisaje y la arena, me di cuenta que el capitán se volvía competitivo, incrementando el paso, llegamos a la torre de salvavidas, y comenzó a correr mas rápido de regreso. Fue difícil mantenerme solido al mismo paso, y eso que soy surfer, era divertido y desafiante a la vez, y cuando ya estaba por alcanzarlo, dió todo lo que tenía en esos últimos cien metros. Llegamos al final, el capitán caminando hacia la orilla del mar, yo jadeando, exhausto, no está mal para 54, pensé, mientras mi corazón palpitaba mas fuerte que lo normal, el aire lleno de ozono y sal se sentía tan bien. El capitán estaba allí parado, viendo el mar, su cara resplandeciente en el sol de la mañana, reflejando las gotas de sudor que caían por su rostro como pequeñas estrellas.

Se sentía bien, la vibra retornaba al sentarnos frente a un trió de palmeras para comenzar la conversa. Romper el patrón limitante mediante ejercicio y oxigenación era una manera grandiosa de cambiar el estado de un cliente, funcionaba siempre.

La primera pregunta tenía la intención de pedir prestado sus ojos para ver su realidad, y después expandirla. Vino a Margarita a escapar de un persecución política y social; había sido etiquetado por el gobierno dictatorial castro madurista como traidor a la patria, por no apoyar la “revolución” que no era otra cosa que una pandilla de forajidos armados buscando perpetuarse en el poder. Se sentía orgulloso de vivir fiel a sus valores, honor, coraje y la búsqueda de la paz interior. Escapó con sagacidad un intento de secuestro y sabía que vendrían otros. Margarita parecía una buena opción. Vendió todo y ejecutó su plan de mudanza.

Ahora, era libre. Su hija podía ir a la escuela secundaria sin la necesidad de protección especial, no hacía falta el auto blindado. Su esposa estaba feliz, no importó el trauma que implica una mudanza, nunca se quejó. Era una gran vida la de la isla, una de compras, un ambiente excelente para crecer, un entrenador privado de fitness, y tardes de relax en la piscina de su villa privada. Caracas estaba a solo 35 minutos en avión, era como vivir en el extranjero pero estando en Venezuela, lo mejor de dos mundos. Ahí es donde yacía la base del conflicto estructural: la incertidumbre de la decisión. La conversación siguió por un laberinto de preguntas, sondeos socráticos y reflexiones, profundizando cada vez mas hasta descubrir esa creencia limitante, la cual salió de forma natural como una rata que se le saca de su madriguera a punta de fuego y humo.

“No sé si tome la decisión correcta” El capitán se desplomó. La vergüenza de no ser lo que creía ser, un capitán de una nave de Guerra, pesaba una tonelada. Ahora estaba descompuesto, con miedo a marcar una ruta. Su certeza se había desvanecido y estaba afectando su relación con su esposa. Su hija de 17 años estaba mostrando signos de rebelión juvenil. Las discusiones en casa se estaban volviendo intolerables para todos.

Empezamos a explorar nuevas formas de descubrir nuevas posibilidades. Una nueva manera de ver las cosas, comenzamos a cuestionar su creencia. “No tengo certeza en mis decisiones.” ¿Es eso verdad? ¿Cómo opera esa creencia? ¿Cuál ha sido la consecuencia de aceptarla? ¿Dónde vive? ¿Qué necesidades satisface?

Una creencia es una sensación de certeza acerca de lo que algo significa, así que es real. Pero la realidad puede ser cuestionada hacia la neutralidad. Cada creencia limitante es una historia que compramos que no ha sido investigada por otras perspectivas. Cuestionar una creencia hace que ésta pierda validez. El Capitán comenzó a descubrir una nueva manera de percibir su situación actual. Comenzó a respirar de forma más calmada, más tranquila, recuperó su compostura y comenzó a caminar, esta vez hacia el mar, siguiendo un camino que sólo él conocía. Lo seguí con curiosidad de cerca, escuchando con detenimiento e interés, a medida que reflexionaba acerca de todo lo que estaba descubriendo. Sentí una nueva vibra, era esperanza. Pero hacía falta profundizar.


Al final de la playa había una colina, desde allí se podía ver la bahía a de Pampatar. El sol ya llenaba el ambiento de intensa luz y el cielo azul era más intenso que nunca. Al llegar a la cima nos encontramos los vestigios de un viejo fortín colonial del siglo 18. Nos sentamos en la muralla, donde siglos atrás se habían presentado batallas y aventuras. Comencé a explorar los callejones de la certeza perdida del Capitán. La pregunta que siguió fue lógica, salió por si sola:

¿Te recuerdas de un momento en tu vida donde has tenido la certeza absoluta de algo?

El Capitán recolectó en silencio. De las miles de conexiones y archivos en su base de datos, recuperó un momento. Esperé en calma y en expectativa por la respuesta, conectando nuestros campos de energía. Presente. El Capitán estaba en un barco, específicamente la fragata F22 Mariscal Sucre, una nave de defensa equipada con misiles de mediano alcance, a cargo de la escolta de buques de la marina mercante y cruceros por el Caribe hacia el canal de Panamá.

Fue durante el Huracán Bertha, un fenómeno que generalmente se aleja de las costas de Suramérica siguiendo una ruta errática por el Caribe atravesando las islas en su viaje hacia el Atlántico. Esta vez, giró hacia el sur. Nunca antes esto había ocurrido, y la nave enfrentaba olas de 8 metros de altura, ráfagas de viento laterales de 90 millas por hora y una tripulación aterrada. ¿Que ves? Le pregunté, mientras se conectaba con una estructura intensa de mando.

“Veo las caras de mi tripulación, me miran con respeto, admiración, estoy dando órdenes. Estoy enfocado a la tarea, llegar a aguas seguras. Todos escuchan cada palabra, cumplen las ordenes al pie de la letra, las olas golpean la fragata como un barco de juguete, cada punto de la nave debe estar asegurado, cada escotilla sellada, todo compartimiento debe ser cerrada, cada marejada considerada para seguir la ruta, correcciones menores de curso deben ser alteradas, cada minuto una nueva decisión.”

Después vino lo inesperado…la ola forajida.

“Rogue Waves: Olas Forajidas (también conocidas como olas monstruo, olas asesinas u olas anormales) son olas de superficie relativamente grandes y espontáneas, son una amenaza inclusive para barcos grandes, y cruceros.

En Oceanografía, se les define de forma precisa como aquellas olas cuyo tamaño es más del doble del tamaño significante de ola (Hs o SWH)” De WIKIPEDIA

El capitán estaba encendido mientras relataba cómo logró salvar la nave. ¿Que ves? ¿Lo ves en tercera persona o estas viéndolo con tus ojos? “Lo veo en primera persona, veo la cara de admiración de la tripulación, los marineros, escuchando sus comentarios. Estoy seguro, tengo la certeza, estoy al mando.” Y cuando lo dijo, lo sentí.

Se relajó y se sentó a absorber los rayos del sol de la mañana. Luego caminamos a nuestro punto de partida en la playa. “Ahora dime Capitán, cuando estas inmerso en la incertidumbre de tomar las decisiones actuales, ¿Que ves? ¿Qué sientes? Pregunté con profundo respeto. El Capitán cerró los ojos.

“Estoy sentado frente a la playa, me veo desde atrás, mirando un mar calmado y oscuro. Estoy triste, avergonzado…”

Entonces le pedí que cambiara la cámara. “Entra dentro de ti mismo, míralo con tus propios ojos. Respira como estabas respirando cuando comandaste el F22 por las fauces de Bertha. ¿Que ves?”

Al cambiar su fisiología radicalmente, se puso de pie, lágrimas comenzaron a marcar trazos en su rostro resplandeciendo en el sol de la mañana. “Veo a mi hija viéndome con admiración, el mar no está oscuro, mi esposa está al frente con sus ojos llenos de amor, confiando en mi buen juicio al tomar decisiones. Ella necesita mi certeza. Dios mio! Ha estado en dolor y no lo había notado por estar envuelto en sentimientos de autocompasión. Olvidé lo que significo para ellas y lo que deseo para cada una.”

“Ahora”, le solicité de forma asertiva “Ancla ese momento, ancla el feeling, dale a esa estructura un nombre.” Y con un gesto de poder al cerrar su puño exclamó, “Capitán!”, “Más duro!” solicité. “Capitán” respondió enfáticamente. “Con más fuerza” pedí. “Capitán!” gritó con determinación.

Esta vez, fui testigo de un verdadero momento de transformación, un breakthrough, un cambio de vibra, su campo de energía se expandió y lo pude sentir, en ese momento, no era coach, era un ser humano presente en admiración ante el poder y expansión de un gran hombre, con ideas, planes, compromisos con su familia y un sentido de propósito.

Fuimos a desayunar para esbozar un plan de acción. Diseñó una serie de iniciativas para desarrollar el crecimiento de su práctica profesional, amaba el coaching y decidió que podía contribuir con el desarrollo, expansión y crecimiento de otros, que al igual que él, estaban estancadas en ese loco ocho de considerar emigrar a otro país. Hasta desarrolló una estrategia de salida para considerar España como un segundo hogar. Comenzó a construir un plan para establecer un estudio de coaching online en su villa en Margarita. Todo parecía fluir fácilmente, pero requería de esa energía y un sentido de dirección y enfoque. Por ahora, sabía que estaba en el lugar correcto, había descubierto un llamado que le daba a su vida una razón de ser.

Al alejarse de la sesión me quede pensando en todos los eventos de la mañana. Eran las 8:00 am, el día apenas comenzaba, miré con asombro el mar al darme cuenta que una marejada estaba entrando, olas perfectas de izquierda estaba comenzando a reventar en el arrecife de Playa Cardón, perfectas, reflejando el sol de la mañana majestosamente. Una buena mañana para una session de surfing. Pero tenía una pregunta más que hacer, le grité a lo lejos. “Capitán. ¿Que vas a hacer ahora?”

Me miró a lo lejos sonriendo, su rostro reflejando felicidad y fuerza, mientras me miraba ahí, terminando mi segunda empanada de cazón, me gritó con fuerza:

“Voy a regresar a mi casa, a hacerle saber a mi esposa que estoy al mando de este barco!”

Y mientras me quede allí solo, absorbiendo sus palabras, comprendí de nuevo porque amo esto del Life Coaching