Actitud libre o esclava

Actitud libre o esclava

Alguna vez ha dicho frases como: “Estos niños me vuelven loca, me sacan de quicio”; “si mi cónyuge cambiara yo no padecería depresión”; “Te aseguro que venía de muy buen humor, pero en cuanto vi entrar a fulano de tal, me puse de malas”; “si hubiera ido a la universidad otra sería la historia de mi vida”. Frases como éstas delatan a personas con actitud de esclavo. No se ofenda pero si usted habla así puede empezar a cuestionarse que tan libre es como persona.

Esclavitud es depender de otros o de las circunstancias.

Si una mamá hace responsables a sus hijos de su mal humor está aceptando que son ellos quienes tienen el control de su estado de ánimo, si los niños se portan bien la mamá está feliz; si hacen travesuras la mamá se enfada. O sea que la felicidad de ella depende de cómo se comportan sus hijos, la tienen bien dominada. Si esperamos que los demás cambien para ser felices estamos reconociendo que nuestra dicha depende de cómo se comportan los demás, no de nuestras propias decisiones y eso nos convierte en seres dependientes. Cuando la presencia de otra persona nos pone de mal humor, le estamos otorgando el poder de controlar nuestras emociones y para colmo nos volvemos esclavos de alguien que nos cae mal y ni siquiera sabe que es nuestro amo. Si culpamos a las circunstancias por el estilo de vida que tenemos estamos renunciando a nuestro derecho y capacidad de decidir qué será de nuestra vida. Hay mucha gente que no estudió la universidad y no se considera infeliz, ni fracasada. Incluso podemos estudiar como adultos o desenvolvernos profesionalmente sin estudios universitarios.

A pesar de las circunstancias.

La verdadera libertad humana radica en cómo respondemos a las circunstancias y a las demás personas. Usted y yo no tenemos la posibilidad de elegir lo que sucede en buena parte de nuestras vidas; no controlamos el clima, ni la bolsa de valores, ni si alguien roba nuestro automóvil o si nuestra pareja o socio comercial son honestos, honrados y fieles; pero lo que sí podemos controlar es cómo responder ante lo que nos sucede. Ser libre no es hacer lo que me venga en gana, sino responder ante las circunstancias acorde a lo que creo y quiero. Regresemos al ejemplo de los niños y su mamá. Ella no puede decidir que sus hijos no peleen, pero sí puede decidir corregirlos sin enojarse para no pasar un mal rato. Otro ejemplo surge cuando enfrentamos una tentación. Pensemos que en nuestro trabajo hay una manera fácil de obtener ingreso ilícitamente; todos lo hacen y parece que no hay grandes riesgos, además nos encontramos necesitados de dinero. Las circunstancias se pusieron “a modo”, pero si decidimos robar no podemos escudarnos argumentando que “todos lo hacen”, ya que pudimos elegir hacerlo o no, incluso pudimos denunciar el hecho, pero decidimos no hacerlo. De igual manera pasa con el adulterio, la mentira, el enojo, la desesperación, la imprudencia, ofender a otros y demás situaciones que después de cometerlas tratamos de justificar con argumentos como “no tenía otra opción”, o “¿qué más podía hacer?”. Todas estas acciones son resultado de nuestras propias decisiones y como tales somos totalmente responsables de ellas y de sus consecuencias.

Quien es libre piensa qué puede hacer.

Una persona que ejerce su libertad se concentra en buscar qué puede hacer para enfrentar lo que le está sucediendo; siempre está pensando en qué otras alternativas puede encontrar o generar. Podemos ser personas más libres si tomamos la responsabilidad de nuestra respuesta ante lo que nos sucede. Tal vez usted no puede cambiar la forma de ser de su amiga, socio o pareja, pero si puede cambiar la manera de relacionarse con ellos. Si tiene problemas de comunicación con sus hijos puede leer al respecto, pedir ayuda profesional o negar el hecho y echarle la culpa a la diferencia generacional y continuar con el problema. Las

personas esclavas suelen tomar el papel de víctimas y espectadores, ya que piensan que no tienen nada qué hacer, se creen abusadas por los demás e incapaces de modificar la realidad. Las personas libres, por el contrario, se convierten en protagonistas y aunque reconocen que no pueden modificar toda s las situaciones, asumen el reto de cambiar su propia realidad. Un claro ejemplo podemos tenerlo en dos personas que pierden sus piernas. Una actitud de esclavo puede motivar a una de ellas a aislarse en su casa, dejar de trabajar o incluso salir a pedir ayuda económica, mientras que si la otra toma una actitud de libre puede convertirse en un atleta de deportes especiales.

Ser libres o esclavos es resultado de nuestras propias decisiones, ¿cómo va a decidir responder la próxima vez que se encuentre en circunstancias desfavorables? Depende solamente de usted.