Dar vs. Tomar – ¿En cuál de los dos roles te perciben los demás?

Dar vs. Tomar – ¿En cuál de los dos roles te perciben los demás?

Podemos encontrar estas características en las personas que nos rodean y en nosotros mismos. ¿Cuáles son los “beneficios” y los “precios” que pagamos por operar en uno u otro extremo?

Efectivamente, a poco que prestemos atención a los demás, podremos apreciar que convivimos con “tomadores” o “dadores” a lo largo de nuestra existencia.

¿Quiénes serían “los tomadores”?
Aquellos que se preocupan únicamente por su bienestar personal, y están siempre atentos a la “utilidad” que pueden aprovechar de cada situación que se les presenta.

Para ellos la vida es una “competencia” constante, en que cada cual hace su juego y recibe aquello que “conquista y gana”, y no lo que se “merece”. El mundo en el que habita es el de la “escasez” y considera al universo que lo rodea como un simple recurso para ser explotado en su favor.

En el plano laboral suelen adoptar liderazgos autoritarios, donde el fin justifica cualquier medio y las relaciones se basan en el uso del poder y el miedo que éste genera. Su interés es la de generar obediencia absoluta. Son incapaces de generar un contexto de confianza que permita desarrollar una relación de compromiso con una visión trascendente.

En el plano personal, construyen “relaciones utilitarias” y cuando éstas se agotan, simplemente la reemplazan con otras nuevas.

Sus “bienes materiales” son su señal de mostrar a los demás su “éxito personal”, y en algunos casos como un intento de trascender su propia existencia.

¿Quiénes serían “los dadores”?
Aquellos que están permanentemente atentos a las necesidades de los demás. Inclusive por sobre las suyas propias que parecerían estar “relegadas a un segundo plano”.

Para ellos la vida es un espacio de “servicio” en el cual cada uno ha recibido “talentos” que tiene la “obligación” de poner al servicio de los demás. El mundo en el que habitan es el de la “abundancia” y considera al universo como un espacio “prestado” el que se debe cuidar y ser dejado en “herencia” para las futuras generaciones.

En el plano laboral, construyen “relaciones participativas”, preocupándose por el “bienestar común” por sobre el propio sectorial. Procuran lograr un liderazgo inclusivo en el que todas las opiniones sean debidamente respetadas y consideradas. Su interés es la de generar un espacio de “confianza” entre sus miembros, partiendo de una posición “ética y moral” que está por encima de su propia visión e interés, y actúa como un “ordenador” de las relaciones.

En el plano personal, están constantemente orientados a satisfacer las necesidades de los otros. Para ellos no existe “el sacrificio”. Sòlo la vocación de servir a los demás impulsados por el “sentido del deber”.

Sus relaciones son de absoluto compromiso y fidelidad, y consideran a lo material como un simple medio de subsistencia física al cual todos tienen derecho propio. No sólo administran con suma eficacia los bienes presentes, sino tienen conciencia de la necesidad de continuar incrementando los mismos para quienes los sucederán.

¿Qué comportamiento adoptar entonces?
Estos comportamientos que aparecen contrapuestos (y lo son efectivamente, si los adoptamos en sus extremos) son -en nuestra opinión- ambos necesarios para construir el bienestar que necesitamos en nosotros mismos y en los que nos rodean.

Stephen Covey, en su el libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva” nos dice que las relaciones emocionales sólidas son interdependientes y utiliza la metáfora de cuentas bancarias “emocionales” en las cuales se realizan “depósitos y retiros”, y requiere de “fondos” para la subsistencia de la cuenta.

Encontrarnos permanentemente en una posición de “tomador” generará -adicionalmente a sucesivas rupturas de relaciones- una sensación de soledad profunda como consecuencia de nuestro “vacío interior” y de la falta de una felicidad plena que se logra en una relación madura con los demás(como dice el refrán, “cuando no somos felices compensamos con placer y diversión”).

Por el contrario, estar todo el tiempo en una postura de “dador” afectará en algún momento la calidad de aquello que damos. Entiendo que es difícil “dar” aquello de lo que carecemos en nuestra propia experiencia.

Adicionalmente, si siempre estoy en dador… ¿cómo le voy a permitir al otro que desarrolle esa misma condición? ¿No estaremos facilitando precisamente la existencia de los “tomadores”?

Por otra parte, ¿qué pasaría en una relación donde ambos son “dadores”? Veamos un ejemplo muy simple para graficarlo: si dos “dadores” estuvieran frente a una puerta y cada uno de ellos le dijera al otro “pasá primero vos”, estarían -si ninguno abandonara la postura de “dador”- discutiendo sobre quien pasaría primero y quedarían entonces paralizados frente a la puerta sin tomar acción alguna.

Conozco “dadores” que en algún momento exhaustos de tanto dar, “explotan” indignados por aquello que consideran un abuso de los demás. No se dan cuenta que con su propio comportamiento van “cultivando” aquella situación de la cual se quejan (“no hay abusador sin aquél que se deja abusar”).

Como todo en la vida entonces, será cuestión de lograr un equilibrio que nos permita ser “oferta” para los demás, pero también la de saber “pedir” al otro cuando lo necesitamos (“dime aquello que no te atreves a pedir, y te diré dónde estás sufriendo”).

Ello contribuirá seguramente a lograr una vida más plena y de bienestar compartido.

Hasta la próxima!!