El cambio y los pequeños pasos
Nos cuesta gran esfuerzo el cambio y muchas veces abandonamos antes de empezar. Los objetivos parecen gigantes, el trabajo una epopeya y nuestra voluntad pobre. Pero existe un secreto sobre pequeñas acciones, hábitos y una motivación acumulativa, que nos ayuda a transformar conductas y empresas.
Caminaba hace un tiempo despistado, cuando vi venir a un chico que canturreaba irritando su madre. La mujer le advertía, repetidamente, “termina ya con ese cantito”. De repente, la señora cansada de insistir, le grita:
_ ¡Cállate José! – y le pega un cachetazo. Siguieron andando luego, en cordial silencio.
José y su madre son dos aspectos de nuestro propio comportamiento. Somos José cuando repetimos rutinas insalubres o que no generan valor. Somos su madre, porque nos decimos a cada instante “tengo que cambiar, mañana ordeno el escritorio, debo generar procesos, el lunes empiezo la dieta, quiero pasar más tiempo con mis hijos”.
Sin embargo, necesitamos el repulsivo golpe: una úlcera, la reacción desmedida, el ataque de estrés, pánico o ansiedad. De repente estás con la misma cara que José cuando recibió el tortazo. Y, si no es demasiado tarde, cambias.