Miedo a la conversación
Hace unos días mantenía una conversación con un responsable de formación de una gran compañía acerca de la integración de la web 2.0 en las organizaciones, y le pregunté sobre cómo lo estaban abordando. Con una gran sinceridad me dijo que si quería llevarle a exponer su caso a alguno de los congresos que organizo que contara con él, porque tenían una de las experiencias más potentes del país en este ámbito: “Hemos desarrollado redes sociales privadas para los colectivos más importantes, tenemos entornos wiki para recoger las mejores prácticas, los empleados pueden crear sus propios blogs…”. Un despliegue propio de una gran multinacional, pero una gran y grata sorpresa por mi parte al oírlo de una gran compañía española.
Pero la conversación no acabó ahí. Me puso su mano sobre mi hombro y realizando un aparte a modo teatral, continuó “Pero entre tú y yo, está siendo un gran fracaso porque no lo utiliza nadie”. Sus palabras, como un jarro de agua fría, me hicieron bajar de la nube y le pregunté, no sin cierta decepción, por el motivo. Él, con el mismo tono de sinceridad, me dijo como sin darle mucha importancia “Es que en esta casa uno no puede decir lo que piensa, si se quiere progresar es mejor no hablar”.
Sin duda este botón es una buena muestra de que los proyectos 2.0 son claramente culturales y no tecnológicos, pero sobre todo y desgraciadamente, es un ejemplo de una realidad muy extendida en las organizaciones. Reconocida o no, esta es la situación que se vive en muchas empresas de nuestro país. Compañías donde el pensamiento monolítico es una de las máximas del éxito, y cualquiera que ose cuestionarlo tendrá problemas.
¿Por qué las organizaciones tienen tanto miedo a escuchar las opiniones de sus personas? ¿Tanto mina el liderazgo de un proyecto que la gente pueda tener opiniones diferentes? ¿Es ciencia ficción esperar que haya verdaderas conversaciones entre los profesionales de las organizaciones como apuntaba el Manifiesto Cluetrain? ¿Es quizás un tópico, más que una realidad, que no pueden sacudirse las empresas?
A partir de esta reflexión publicada en mi blog (http://rrhhypersonas.blogspot.com) mantuvimos un debate muy interesante, por el que quiero dar las gracias todos los que han participado aportando su punto de vista y su criterio: José Miguel Bolivar (http://www.optimainfinito.com),Inmaculada Cerejido, Armando Asensi (@Arasdeho), Juan Martínez de Salinas (http://www.elblogderrhh.com), Pedro Rojas (http://www.seniorm.com), Mireia Ranera (http://www.mujeresconsejeras.com), Josep Julián (http://josep-julian.blogspot.com), Javy (http://javy-nismo.blogspot.com), Roberto Rodríguez (http://www.bitacorarh.com), Jaime Cros (@Jaimecros), Javier Villalba (http://jvillalba.wordpress.com) y Alberto Blanco (http://alberto-blanco.com).
Uno de los puntos en el que todos coincidimos es que esta es una realidad muy extendida en las organizaciones. Pedro Rojas nos acercaba un dato de un estudio de Insite Consulting en el que se afirma que al 55% de los profesionales del mundo no se les permite acceder a las redes sociales desde el trabajo. Este hecho demuestra que este miedo a la conversación, está en gran parte ligado al paradigma del control que todavía está instaurado en muchas compañías, como apunta José Miguel Bolivar.
Pero como subraya otro dato de este informe, el control está muerto, ya que el 26% de los profesionales acceden a las redes sociales desde el trabajo a través de sus teléfonos móviles. Es decir, no podemos evitar la conversación, lo más que podemos es provocar un falso silencio interno. Un silencio, que como expresa magníficamente Javier Villaba, los directivos no aciertan a entender que resulta extraordinariamente clarificador, porque allí donde la conversación no se produce, el silencio conversa y hace audible su clamor. Y además si no dejamos hablar en casa, lo van a hacer fuera, y eso va a provocar que los trapos sucios no se laven en el vestuario, sino públicamente para que todo el mundo se entere y opine.
Otro aspecto donde hemos tenido un gran consenso es en el gran error de entender la tecnología como un fin, de apostar por ella sin estrategia ni objetivo claro. Un fallo que comenten una y otra vez las organizaciones, y del que, a pesar de costarle muchos millones de euros, parecen no aprender nunca. Sin duda el que mejor lo ha expresado ha sido Josep Julián con una imagen muy visual: se coloca el andamio donde todavía no hay pared. La tecnología, y la 2.0 igual que cualquier otra, debe utilizarse cuando se detecta una necesidad, no cuando se considera poco más que una muestra de modernidad.
Pero como diagnostica acertadamente Pedro Rojas, el miedo a la conversación no es más que el síntoma de una enfermedad mucho más grave y arraigada en las organizaciones. Una enfermedad que Roberto Rodríguez denomina bilingüismo empresarial. Un bilingüismo entre palabras y comportamientos. Una falta profunda de coherencia entre lo que se predica y lo que se vive. Una contradicción brutal entre la transparencia y la censura, entre la libertad y la represalia, entre la imagen y el miedo.
Probablemente este miedo a la conversación evidencia un gran fallo estructural en las organizaciones de hoy, que tiene su reflejo en la situación económica mundial que estamos viviendo. En palabras de Roberto Rodríguez, si el único objetivo de una compañía es ganar mucho dinero, sólo interesa un lenguaje, y ese está muy lejos de la persona.
La web 2.0 es una revolución social sin precedentes que va a hacer tambalear muchos cimientos de nuestra sociedad, de nuestras empresas y de muchos de nuestros arcaicos directivos. Tendríamos que dejar de tener miedo a poderosas herramientas de gestión como la conversación, y temer bastante más a las consecuencias de no incorporar en las organizaciones los valores 2.0.
*Podéis leer el debate completo en http://rrhhypersonas.blogspot.com/2010/11/miedo-la-conversacion.html