“Hablar mucho, decir poco”
Al escuchar esta expresión se nos vienen a la mente dos colectivos: los políticos y los “charlatanes de feria”. Lo malo es que nuestro día a día está repleto de situaciones que también se ajustan a esa frase, conversaciones vacías con personas que gastan gran cantidad de palabras para no decir prácticamente nada. Dan vueltas, y vueltas, y vueltas… y nunca sabemos qué nos quieren decir.
La eterna disyuntiva entre cantidad y calidad la podemos aplicar perfectamente a nuestra comunicación diaria: hablar mucho significa generar más oportunidades. Es más, en demasiadas ocasiones se cumple ese otro dicho que avisa de que “más vale poco y bien que mucho y mal”
Comunicarnos es un acto innato y consustancial al ser humano. El problema es que, por tratarse de algo que damos por “natural y espontáneo”, casi nunca nos paramos a reflexionar sobre la calidad de nuestras conversaciones. ¿Estamos realmente siendo eficaces con los mensajes que trasladamos? ¿Cómo podemos mejorar?
La comunicación es un acto muy complejo que engloba conceptos de psicología y de marketing, y a poco que reflexionemos sobre ello detectaremos claramente las áreas de mejora. El primer cambio de debemos hacer es dejar de pensar en nosotros mismos y trasladar todo el interés a nuestro interlocutor, tratando de entender cómo la otra parte interpreta lo que le estamos diciendo, si lo hace en los términos correctos o si, por lo contrario, no comprende el sentido de nuestras palabras. Más importante que nuestro mensaje, es lo que la otra parte entiende de lo que le estamos diciendo.
Pero la comunicación no solo es lenguaje; no debemos olvidar que todo lo que decimos se refuerza con gestos y con imágenes que resaltan las partes importantes del mensaje. Las imágenes provocan emociones y visualizan sentimientos, conceptos imprescindibles en una comunicación eficaz. Y aún más; si tenemos en consideración el contexto social en el que estamos metidos -la era de la tecnología y el conocimiento-, nos daremos cuenta que vivimos rodeados de una ingente cantidad de aplicaciones que nos facilitan la comunicación y que, a poco que sepamos entenderlas en integrarlas en nuestros actos comunicativos, mejorarán nuestros resultados considerablemente.
Artículo extraido de espacioarroelo.es