¿Es el Coach un emprendedor?


Cuando recibí la invitación a participar con uno de los capítulos de la obra “Ecuador, ¿País de emprendedores?”, pionera en nuestro país, y publicada por la Universidad Ecotec y la Cámara de Comercio de Guayaquil, decidí empezar desde algo que, para mi punto de vista, aún no había sido lo suficientemente abordado, lo suficientemente explorado, y que tiene que ver con el lenguaje del emprendedor. Un lenguaje que a su vez es verbal y no verbal, que tiene que ver con lo que se dice, pero también con la emocionalidad desde la cual se emprende, y por lo tanto un lenguaje que tiene que ver con lo que se hace. Es desde este enfoque que trataremos de resolver nuestra pregunta inicial.

Hay un paradigma en el que se asientan las Nuevas Teorías del Lenguaje, incluido dentro de este, todos los aportes de los grandes filósofos del lenguaje y la comunicación. Nombrarlos aquí, sería una empresa que nos tomaría mucho más de un libro, pero para nuestros fines, basta destacar, desde este “nuevo” paradigma, que el lenguaje, además de ser descriptivo, es generativo, y que los seres humanos, por ser también seres lingüísticos, tienen la capacidad de generar y crear sus realidades a través del lenguaje.

Es sobre los planteamientos anteriores que se asienta el lenguaje que usa el emprendedor. Un tipo de lenguaje que le permite crear sus posibilidades futuras. Un tipo de lenguaje que hace de él un observador distinto de los fenómenos y desafíos a los que se enfrenta, y un tipo de lenguaje que le permite hacer interpretaciones poderosas de la realidad.

La Postura del Emprendedor: de Víctima a Protagonista
Lo anterior significa, que el lenguaje del emprendedor, esto es, de lo que piensa y se dice, le confiere un sentido a su existencia, a su vida, un sentido que lo hace ser distinto y actuar distinto, parándose, de esta forma, de cara a los retos que enfrenta sin parpadear.

Es como si el emprendedor saltara desde la vereda de víctima hacia la vereda del protagonista, dando así, literalmente, un salto de fe, convirtiéndose en aquel, que se hace cargo de los compromisos y las responsabilidades que asume, y aún más, convirtiéndose en aquel que se hace cargo, no sólo de sus propios proyectos, sino también de las preocupaciones, inquietudes o necesidades insatisfechas de otros, para, a partir de ahí y de su emprendimiento, cubrirlas y llevar su empresa hacia una culminación exitosa.

Pero analicemos con mas detalle estas dos posturas, víctima versus protagonista, ya que, cada una implica un tipo de lenguaje, una serie de conversaciones, un tipo de filosofía, un sistema de creencias, en definitiva, por lo que sabemos, conceptualmente, significados totalmente opuestos: “Mientras que la víctima se concentra en las variables exógenas (las circunstancias fuera de su control), el protagonista se concentra en las endógenas (las acciones que puede emprender para responder a las circunstancias). Mientras que la víctima se ve como ente pasivo sobre el que actúan las fuerzas de la fatalidad, el protagonista se ve como ente activo, capaz de forjar su destino.” (1)

El emprendedor, es entonces un protagonista, un sujeto con poder de acción y de decisión, que refleja en su día a día un mundo interno de significados, que le orienta constantemente a hacer cosas, a emprender, a pensar en opciones, a asumir distintas perspectivas o posiciones perceptúales inclusive, permitiéndole éstas, desarrollar visiones que otros no desarrollan.

En su mente, el emprendedor, sabe que la seguridad y la felicidad no requieren de la aprobación del otro, al contrario, sus acciones articulan y configuran productos y empresas que se hacen cargo, de una u otra forma, de esas necesidades en los demás.

Entonces, parafraseando a Marcel Proust, podríamos decir que, el verdadero viaje ya no del descubrimiento, sino del emprendimiento, no consiste en buscar nuevos territorios, sino consiste en tener nuevos ojos, unos ojos o una mirada diferente de la realidad, una mirada que le hace ver al emprendedor opciones cuando para otros hay problemas, o una mirada que le hace ver al emprendedor oportunidades en medio de las crisis; y estos ojos o esta mirada distinta que tiene el emprendedor, refleja o no es más que el fruto de aquel mundo de significados del cual habláramos anteriormente.

En base a estos supuestos, podríamos decir también que el lenguaje del emprendedor, es un lenguaje que está desafiando constantemente modelos mentales antiguos y arraigados, des-estructurando viejos paradigmas para hacerlo arribar a un conocimiento nuevo y relevante (2), y desafiándolos para llevarlo a un despertar hacia algo que es posible articular y configurar, o crear, para, desde allí, hacerse cargo de necesidades que aún no han sido satisfechas.

El lenguaje del emprendedor, entonces, le permite ver, a pesar de las limitaciones de los contextos en los que se encuentra, que existen ciertas posibilidades que se presentan como viables y desde ahí, decide agarrarlas, apropiárselas, hacerlas suyas y bajo este dialogo, no se preocupa ni le afectan los pequeños tropiezos que puedan aparecer en su camino, al contrario los mismos, siendo para él, todos retroalimentación, le permiten mantener fija la mirada en su objetivo, emprender, y hacer lo que sea necesario hasta lograrlo.

Los Estados de Animo del Emprendedor: De la Resignación a la Ambición
Los estudios realizados sobre el lenguaje que utiliza el emprendedor nos lleva a la conclusión de que hay un espíritu (ánimo, emoción, ganas) que alienta al emprendedor, y que lo lleva a expresar un talento o una inspiración (3), y a experimentar la pasión que involucra lograr una meta.
Dicha inspiración, que se vuelve constante, se convierte también en el foco de su atención, de su concentrar-acción y en términos de Mihalyi Csikszentmihalyi lo introduce en un “fluir” permanente de actividad y crea-actividad que no se detiene hasta volverse la realidad del proyecto pensado.

Los emprendedores expresan así estados de ánimo muy diferentes a los tradicionales, estados de ánimo que representan también un tipo de lenguaje particular, un tipo de lenguaje que podríamos llamar corporal - no verbal, y cuando algunos hablan de la posibilidad de que los arrastre la corriente, los de espíritu emprendedor hablan de ventanas de oportunidades que sienten que se acercan. Donde otros están poseídos por el resentimiento y el miedo frente a los problemas, los emprendedores están poseídos por el asombro.
Este tipo de lenguaje o este tipo de reflexión que se hace el emprendedor, va acompañado como decíamos de una emocionalidad distinta, y tal como saltó nuestro emprendedor de la vereda de las víctimas a la vereda de los protagonistas, desde sus emociones, el emprendedor se aleja de emociones de resignación, para asumir emociones de ambición; pero expliquemos también estos dos puntos, resignación versus ambición.

Lo que caracteriza a una persona resignada, es el hecho de que ella no ve el futuro como un espacio de posibilidades ni de intervención que le permitiera, a partir de las acciones que ella misma emprenda, transformar el presente o transformar la realidad.(4)

Por su parte, la ambición del emprendedor, le hace identificar espacios de diseño e intervención que se convierten en tierra fértil para sus proyectos, es una ambición que se aleja por supuesto de todas las connotaciones negativas que trae arraigado el término dentro de nuestras culturas, y se acerca, al contrario, a un significado que expresa, desde estos nuevos paradigmas del lenguaje, un sentimiento que se presenta en aquel que ve posibilidades de acción o de intervención y que compromete en gran medida su vida a la ejecución, en otros términos, una ambición, como solemos llamarla, sana.

Por lo tanto, el emprendedor, ejecuta desde una emocionalidad de ambición y de posibilidad, y sus diálogos reflejan frente a otros, las opuestas diferencias, como podría ser, en ejemplo la respuesta que nos de una persona frente a un problema diciéndonos “haga lo que haga nada va a cambiar” , a lo que un emprendedor tal vez diría “haré todo lo que esté a mi alcance y en base a los resultados se emprenderán otras acciones”.

Las Nuevas Competencias del Emprendedor
Surgen bajo este nuevo paradigma, del cual venimos hablando, y en el cual, el lenguaje cumple un rol protagónico, una serie de nuevas competencias o habilidades, competencias que han sido llamadas conversacionales (5). Competencias que, dicho sea de paso, aparecen como innatas o tal vez adquiridas, pero son al final de cuentas, otro de los sellos característicos de los emprendedores y su lenguaje.
Para analizar este tema, mencionaremos, por ejemplo, la capacidad que tienen los emprendedores de hacer, a través de su lenguaje y comunicación, peticiones efectivas, el emprendedor reconoce que muchas de las cosas que tiene son fruto de las peticiones que ha hecho, a la persona correcta, en el momento correcto, en el lugar correcto, al igual que reconoce el hecho de que lo que le falta por obtener, lo puede obtener con peticiones efectivas.

En conversaciones de coaching a ejecutivos, trabajamos algo que se conoce como “el listado de peticiones pendientes”; qué tenemos pendiente por pedir, a quién o a quienes, que si lo hacemos, cambiaría positivamente nuestra vida o nuestra situación? A pesar de parecer un tema sencillo, muchos ejecutivos de diversas empresas a nivel mundial han demostrado deficiencias al momento de hacer un uso efectivo de peticiones y de sus conversaciones a través del lenguaje, un campo o una tarea, en la que los emprendedores pasaron la prueba.
Diseñar y proponer ofertas atractivas, más allá de que el emprendedor, se considera una oferta atractiva de sí mismo, un “político” de sí mismo vendiendo u ofertando su proyecto a los demás, es otra de las competencias conversacionales o lingüísticas básicas; cómo articulo mi oferta, cómo la propongo para obtener los resultados que quiero, es otra de las tareas en las que los emprendedores han sacado la mejor nota.

Y para finalizar, aunque esto no indica la inexistencia de más competencias, está la impecabilidad en el uso de las promesas o compromisos que asume un emprendedor y cómo las cumple. Y en todo este ciclo de peticiones, ofertas y promesas, el emprendedor genera conversaciones que lo orientan a la acción, genera conversaciones a través de las cuales coordina efectivamente acciones con otros y genera conversaciones que constantemente están abriendo posibilidades, en definitiva, en palabras de Fernando Flores L., abriendo nuevos mundos.

Cualquier parecido entre un buen coach y un emprendedor ¡es pura coincidencia!

Autor: Juan Carlos Sáenz Martínez