Microfinanzas para América Latina
En años recientes, se han propuesto en América Latina modelos y esfuerzos de estimulo orientados a brindar apoyo tanto a microempresarios como a proyectos de emprendimiento empresarial; estas iniciativas de incentivo son cada vez más necesarias, a fin de mitigar los embates de la pobreza y la exclusión social que tanto ha repercutido sobre el poder adquisitivo y la calidad de vida de nuestros coterráneos. Muchos de nuestros países presentan en la actualidad indicadores macroeconómicos con promisorios desempeños para el mediano plazo; sin embargo, se hace evidente la necesidad de adoptar esquemas de gestión donde el desempeño macroeconómico se encuentre a la par de una auténtica transformación social.
Para que estas iniciativas surtan los efectos esperados en el largo plazo, deben ser necesariamente el componente principal de las políticas de estado en cada país y no simple iniciativas de gobiernos o compromisos aislados propuestos por empresas privadas; deben estar enfocados en la construcción de polos de desarrollo en atención a las oportunidades y limitaciones de cada nación, de cada sector y de nuestros propios conciudadanos. De igual forma, la adecuación de políticas fiscales y apoyo educativo se convierten en instrumentos de gran valor al tiempo que incorporamos transparentes mecanismos de control y monitoreo sobre los programas emprendidos.
Tanto microempresarios como emprendedores, son trabajadores dedicados muy a menudo a la economía informal; requieren lograr mejoras significativas sobre sus actuales niveles de ingresos y de productividad que a su vez les proporcionen mejores condiciones de vida para ellos mismos, sus familias y sus comunidades. Cuando un individuo decide tomar las riendas de su independencia económica, se convierte de por si en el catalizador financiero de su propio entorno; dejando de ser solo un individuo para transformarse en la semilla generadora de empleo, prestadora de servicios u oferente de productos, contribuyente al fisco y potencial generador de dividendos para sus organizaciones.
Ese microempresario o emprendedor, ha de requerir en algún momento dado de su vida productiva, un apalancamiento financiero o capital semilla que de alguna u otra manera lo catapulte hacia la materialización de su sueño de negocio, es aquí donde entra en escena nuestro personaje principal, la banca tanto pública como privada. Es justamente el sector financiero quien tiene en sus manos, el poder de influenciar, transformar y modelar las potencialidades de ese futuro empresario, contribuyendo desde su inicio al desarrollo sustentable y a mitigar los altos niveles de pobreza, subempleo y desempleo, todo ello a través de lo que suelo denominar el Crédito Socialmente Responsable.
Es esa misma banca, quien ha dispuesto parte de los depósitos confiados por sus clientes al otorgamiento de créditos; claro está, sin dejar de lado la esencia propia del negocio bancario la cual es y sigue siendo la intermediación financiera mediante el apalancamiento de actividades viables y sustentables. De igual forma, el Crédito Socialmente Responsable es aquel capaz de promover la competitividad, y la excelencia de los microempresarios, rompiendo con la cultura del subsidio y la dádiva, implicando para el sector bancario el ejercicio de una gerencia con ética social e integradora que conjugue individuos, comunidades y ambiente.
Esta acción comunitaria pudiera brindar mayores y mejores frutos a la sociedad, garantizando sostenibilidad dentro de un sano e innovador modelo de negocios; donde la formación, capacitación y acompañamiento a ese microempresario constituyan el valor agregado aportado a la sociedad y al mismo tiempo una forma de “modelar clientes, ciudadanos y empresarios”, de esta manera dejamos de pensar como posibles víctimas del entorno para convertirnos en los protagonistas y referentes del proceso transformador de la comunidad de la cual formamos parte.
La tarea no resulta nada fácil, si de antemano no consideramos la imperiosa necesidad de generar alianzas estratégicas y formar redes de apoyo interinstitucionales que contribuyan no sólo a apoyar a los microempresarios mediante la innovación en sus negocios, sino a mantener e incorporar nuevas relaciones recíprocamente fructíferas para las partes involucradas. Bajo esta premisa, la banca requiere ir más allá de su red de agencias y sucursales, para aproximarse a las comunidades, universidades y a los barrios en búsqueda de los nacientes empresarios, influenciando consecuentemente sobre tres dimensiones: En lo económico, lo social y lo ambiental, dentro de un flexible y razonable plan de negocios, conociendo de antemano que el Crédito Socialmente Responsable, es un trato que beneficia a más de una de sus partes y repercute de manera positiva sobre el entorno inmediato del empresario y de la institución.
En resumen, la capacidad de influencia de las instituciones que conforman el sector financiero latinoamericano, tan solo a través de su aporte a las microfinanzas puede ser beneficiosamente inagotable, generando valor agregado mediante negocios viables, incluyentes, socialmente responsables, capaces de sustentar el desarrollo socioeconómico de nuestras naciones, brindándole a la banca no solo negocios para el largo plazo, sino presencia en y para la comunidad. Al final del camino, debemos cosechar aparatos productivos diversificados y una sociedad con menores brechas y mayor equidad.
Lcdo. José Nicolás Gómez C.
Director GC2 Consulting, C.A.